La lección de Suecia por una sostenibilidad real
por Firmin DeBrabander, 18 de mayo de 2011
¿Qué pasaría si los coches eléctricos empeorasen la contaminación, no al revés? ¿Y si aumentasen las emisiones de gases de efecto invernadero en lugar de disminuir? Parece absurdo, ¿no? Pues esto es lo que ha pasado en Suecia.
Gracias a los generosos subsidios gubernamentales, Suecia presionó a sus ciudadanos para que reemplazasen sus coches por otros de energías más eficientes ( coches híbridos, vehículos diésel limpios, y coches que funcionan con etanol). Suecia tuvo tanto éxito con esta iniciativa que ahora es líder mundial en ventas de coches verdes. Pero para sorpresa de todos y consternación del Gobierno, los gases de efecto invernadero han aumentado.
Pero quizás no deberíamos de estar tan sorprendidos, después de todo. ¿ Qué se podía esperar cuando la gente se siente menos culpable por conducir este tipo de coches y los emplea más asiduamente? Pues que se viaja mucho más, lo que hace que se contrarreste el posible efecto beneficioso de utilizar combustibles más eficientes.
Hay que tener en cuenta esto cuando General Motors y Nissan lanzaron su nuevo coche verde a bombo y platillo. El Chevy Volt, un híbrido con batería de iones de litio, que sólo puede recorrer 35 millas con la energía eléctrica acumulada (después de haber estado cargando la batería durante toda la noche), y General Motors que se jacta en su sitio web que si se limita el viaje a una distancia diaria prudencial “puede viajar libremente por un promedio de 1,50 dólares al día.” El precio del Volt dice la empresa que es bastante razonable, 33.000 dólares (si tiene en cuenta los 7500 dólares en exenciones fiscales). El coche totalmente eléctrico de Nissan se anuncia por un precio más razonable, 26.000 dólares ( con los impuestos fiscales excluidos, claro). Y no se olvidan de recalcar algo que quieren que usted sepa. Como dice General Motors en su página web: “ La electricidad es una fuente de energía limpia.”
Suecia es un modelo de sostenibilidad e innovación, mientras que Estados Unidos es uno de los países más voraces del planeta. Basándose en la experiencia de Suecia con los coches ecológicos, es de imaginar el enorme impacto que tendría aquí. ¿Quien puede dudar que los norteamericanos no hicieran viajes más largos, trabajando a mayores distancias de su residencia, con lo que supondría de aumento de las emisiones?
Actualmente, la Revolución Verde está dedicando su esfuerzo a ofrecer a los consumidores los productos que siempre han querido, pero ahora con una energía más asequible, La idea pareciera que mediante un cambio gradual podríamos reducir nuestra huella de carbono, Pero resulta evidente que con este enfoque estamos condenados a los mismos problemas, siempre y cuando no dejemos entrar al elefante en la cacharrería: el consumo. Nuestros hábitos de consumo son tan absurdos, tan sin sentido, que ponen en riesgo los beneficios ambientales que pudiéramos tener. Somos consumidores tan adictos que con un aumento de la eficiencia parece que tuviéramos licencia para consumir más.
Si queremos preservar el medio ambiente y dar cabida a la creciente demanda de los miles de millones de consumidores del mundo en desarrollo, tenemos que afrontar el hecho y el esfuerzo de cambiar nuestros hábitos de consumo sin control, estableciendo unas normas para el consumo, que debe ser mucho más modesto que el actual. Suecia ya sugiere que tendrá que aprobar algunos cambios en su política actual.
Por un lado, tenemos que aumentar los precios de la energía, no abaratarlos, sea cual sea su origen. Si se plantease el costo de la energía, a través de impuestos en la gasolina tal y como se hace en Europa, por ejemplo, eso nos obligaría a usarla de una forma más racional y controlada. Esta medida también conlleva otros cambios, como por ejemplo nuestros hábitos de compra: no llenarnos de electrodomésticos y aparatos electrónicos, y otros aparatos que requieren más espacio, casas más grandes, y por lo tanto mayor demanda de energía.
También hay que trabajar para desalentar los desplazamientos tanto como sea posible. Esto implica limitar el desarrollo urbano hacia áreas más alejadas y desarrollar más el transporte público. Sospecho que la congestión cada vez mayor de nuestras carreteras nos va a forzar en esta dirección, queramos o no. Ya los ingenieros han comprendido que la construcción de más y más carreteras no alivia la congestión, sino que en realidad aumenta, y eso se debe a que una mayor cantidad de conductores utilizan las carreteras. El transporte público es la mejor solución contra la congestión y la contaminación, pero la mayoría de los municipios de este país no ofrecen un transporte público barato, limpio y eficiente. Si lo hicieran, estoy convencido de que los estadounidenses lo utilizarían más. Durante décadas hemos dedicado toda nuestra energía en ver la manera de facilitar el movimiento de los coches, de la forma más barata posible, y ya es hora de aplicar el mismo enfoque al transporte público, con lo que obtendríamos avances similares.
Estas son las preocupaciones que debiéramos tener en cuenta , en lugar de pensar tanto en el coche ecológico y barato. No me malinterpreten, los coches eléctricos son una innovación maravillosa y bienvenida, pero sólo suponen una solución muy parcial al problema en cuestión y debe ir acompañada de otras, como un cambio de estilo de vida más profundo. Los poderes que se resisten a mover los gustos de los consumidores ya han decidido que hay que dejar intactos los hábitos de consumo. Esto no es suficiente, Necesitamos más medidas para alcanzar la sostenibilidad. Como ha demostrado Suecia, a menos que no se den otros cambios en nuestra sociedad de consumo, las medias tintas no nos van a sacar del profundo agujero en el que nos encontramos.
Firmin Debrabander es profesor de Filosofía en el Maryland Institute College of Art. Lea otros artículos de Firmin , o visite el sitio web de Firmin .