Simon Jenkins
The Guardian (Reino Unido)
Jueves, 7 de octubre de 2010
Extender amenazas de violencia son absurdas abstracciones que no sirve de ninguna ayuda, salvo para que el dinero se mueva en el área de los servicios de seguridad, fruto del miedo que se fomenta.
El lunes se hablaba de un ataque irlandés contra Gran Bretaña como muy probable. Al mismo tiempo, también era muy probable un ataque de Al Qaeda, que sólo era cuestión de tiempo. Esto quiere decir que algo ocurrirá, aunque esto ya lo vienen diciendo desde agosto de 2006, cuando surgieron los primeros gritos alarmistas, que hoy en día continúan, de modo que el terrorismo parece ya una loca enfermedad, como la de la gripe, que aflige a Whitehall, pero extrañamente ausente de la nación en general.
No quiero tentar al destino, pero toda esta retórica del miedo no puede significar nada bueno para la gente. Más que descubrir una amenaza al país, pareciera la enseñanza que se da en las escuelas. Es pura basura verbal, que se refleja como un hábito del hacer burocrático y puesta en alerta de servicios públicos: aeropuertos, ferrocarril, tráfico… Sólo quieren que la gente viva con el miedo metido en el cuerpo y que paguen religiosamente los impuestos.
El viaje del Primer Gran Tren Occidental parece haber parado en la prisión de Guantánamo: una cacofonía de anuncios reiterativos indicando a los pasajeros que informen a la policía si ven algo sospechoso y que protejan sus pertenencias. Las resmas de le literatura de seguridad mana de las imprentas nacionales. Es el ruido blanco del miedo estatal.
Nada es tan absurdo como indicar los niveles de amenaza en nuestra propia casa, diciendo que el riesgo es algo parecido a un ataque, adornado con la posibilidad de una acción militar. Así ya tiene la acción terrorista el estatus político y así se llama a la industria de la seguridad a defender el reino.
La amenaza debe mantenerse viva, clasificándose en diferentes grados: baja, moderada, sustancial, severa y crítica. Actualmente dicen que es severa ¿Qué regio profesor eligió estas palabras? Yo pondría severo por debajo de sustancial, porque sustancial tiene sustancia y es más fuerte en la apreciación. Pero supongo que se habrán hecho pruebas de esfuerzo de cada uno de los términos. Sustancial quizás indique un sobrecogimiento, mientras que severo indica que se provocan temblores. El término crítico – el mujaidín esperó el momento adecuado para lanzar bombas en Oxford Street, quizás seas la palabra más devaluada.
No hay modo de usar con sensatez una información como que una amenaza de Al Qaeda ha pasado de sustancial a severa. Son abstracciones. ¿Se supone que calibramos cada mañana nuestro temor, tratando la piel oscura como sospechosa y que detrás de cada barba se esconde un enemigo?
El ex-ministro del interior, Alan Jhonson, elevó el nivel de amenaza de Al Qaeda en enero de sustancial a severo, aunque no dijo el porqué. El servicio de seguridad alardeó de poseer las fichas de 2000 terroristas, 200 redes terroristas y 30 complots terroristas.
Si pagamos a los policías y servicios de seguridad es para que nos protejan de estas situaciones, aunque de vez en cuando algo puede pasar. Pero también pagamos para que no se nos recuerde constantemente que hay gente pérfida por el mundo. Dicen que no intentan alarmar a la gente, sino elevar su nivel de conciencia. Se trata el terrorismo como se trata los derechos de los homosexuales, el cambio climático o una subvención del Arts Council.
A mediados de los años 1970, el IRA Provisional ejecutó aproximadamente 50 explosiones en Londres, transformando la ciudad en un auténtico caos. De alguna manera sobrevivimos sin el gigantesco aparato contra el terror. La campaña de colocación de bombas no amenazó en absoluto al gobierno británico, ni se interrumpieron las libertades del Estado. La principal amenaza contra la libertad no viene hoy en día de los terroristas, sino de la respuesta del gobierno hacia ellos. Cuando hablábamos en julio del 5º aniversario de los ataques del 7/7, el ex-jefe de la Unidad de Vigilancia Musulmana, Robert Lambert, comentó que el gobierno laborista de entonces, en su análisis del Islam, había aumentado las posibilidades de ataques terroristas, en lugar de reducirlas. El gobierno iba diciendo que una mala ideología le había dado el derecho a rebajar los derechos humanos, y que iban a la guerra no contra el terrorismo, sino contra las ideas, en la creencia de que Al Qaeda era en el fondo un movimiento subversivo.
Para saber lo que pasa quizás tengamos de volver a la viejo dicho periodístico, seguir el rastro del dinero. Y este va hacia el sector de la industria de la seguridad, y el de mantener un alto nivel de pánico entre las gentes. Y prospera a pesar de sus propios fracasos. Los incidentes de Norteamérica el 11 de septiembre, y en Londres el 7 de julio de 2005, hicieron aumentar el gasto público en seguridad. Es un gasto que hay que mantener cuando se producen amenazas, sin lo cual este dinero no tendría sentido.
El miedo debe ser sostenido si los recursos fluyen. Occidente ha estado libre de ataques terroristas en la última década. Entonces dicen que el dinero se ha gastado bien, pero el dinero invertido contra el terrorismo por los sucesos del 11 de septiembre, incluidas las dos guerras en el exterior, supera con creces el cálculo de lo que supuestamente se ha salvado.
Apenas pasan unos días sin que no nos recuerden que se va a producir otro inminente ataque. Ya he perdido el número de declaraciones del M15, la policía y otros expertos que dicen que hay un ataque, pero no se sabe cuándo. Pero estos nunca suceden, o son milagrosamente frustrados, como del que se informó esta semana, aparentemente por arrojar bombas desde aviones en pueblos paquistaníes. Lo que llama la atención es que el ritmo de las amenazas aumenta a medida que nos acercamos a la Navidad, justamente cuando el lobby de la seguridad se pelea por el dinero, como sucede ahora.
Esta semana, el jefe de policía de la Federación, Paul McKeever, advirtió que la policía en los Juegos Olímpicos sería una «gran carga» debido a los recortes presupuestarios. La declaración ha hecho subir el riesgo de amenaza en los Juegos Olímpicos, para así ganar 800 millones de libras por tan solo dos semanas de protección, más que en Beijing. Pero quieren más. Mientras tanto John Yates, director de operaciones especiales, ha declarado que cualquier recorte presupuestario sería en provecho de Al Qaeda, siendo Gran Bretaña más vulnerable a los ataques terroristas. Hay 48 millones de libras para gastar en ordenar los recursos humanos, que todavía no están listos, desplegar helicópteros y 59 hombres armados dispuestos a matar a un abogado de Chelsea.
El complejo industrial sobre seguridad se ha extendido bajo la sombra del 11 de septiembre y el 7 de julio. Se han minado las libertades civiles y se cobran enormes impuestos para pagar por este concepto. Y encima ahora nos dicen que no estamos seguros, que después de 10 años de enormes gastos, la amenaza sigue siendo elevada.
No creo que este fracaso aparente entre calidad y precio sea cierto, o que haya un peligro inminente de acciones terroristas. Creo que sólo buscan nuestro dinero, mucho más. Mejor ocuparse cada uno de sus negocios. Y me preguntó quién es el verdadero terrorista.
Fuente: The Guardian (Reino Unido)