Por Christopher F. Petrella
Donald Trump es un Presidente en contra del conocimiento científico. De hecho, sus formas de proceder, y quizás no sea sorprendente, contrastan con el método científico, la investigación sistemática y hasta algo tan básico como considerar las evidencias. A los pocos días de tomar posesión de su cargo, Trump prohibió a los científicos del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) y de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) dar ningún tipo de información pública sobre su trabajo de investigación. Por otro lado, la Casa Blanca eliminó no hace mucho los contenidos de Twitter del Servicio Nacional de Parques Nacionales (NPS), en los que se destacaban las amenazas del cambio climático. A raíz de todas estas medidas de Trump, un grupo de científicos han planeado a través de las redes sociales organizar una protesta en Washington DC, plasmada en #ScienceMarch. La cuenta de Twitter asociada con estas acciones, @ScienceMarchDC, ha visto como se sumaban más de 240.000 seguidores en una sola semana.
#ScienceMarch tiene la oportunidad de destacar la necesidad de que las políticas públicas se basen en los conocimientos científicos. Pero para asegurarse una participación generalizada se requerirá que los organizadores sean capaces de reunir a múltiples distritos electorales en una amplia alianza multirracial y bipartidista. Sin duda, la naturaleza de la coalición, y por lo tanto, su eficacia, de este incipiente movimiento dependerá en gran medida de si los organizadores son capaces de reconocer la naturaleza racial de la Ciencia misma. Es decir, los organizadores deberían comprender las múltiples maneras en que la llamada experimentación y el discurso científico han sido utilizados para ratificar la supremacía de una raza sobre otra y menospreciar los cuerpos, las mentes y las experiencias de personas de otro color de piel.
Mientras que los organizadores de estos eventos afirman que “la Ciencia no es una cuestión partidista”, la historia nos muestra de manera inequívoca que es justamente lo contrario. La Ciencia es y ha sido siempre una palanca del poder y de la política. El registro histórico está lleno de ejemplos en los que la investigación científica y la experimentación han tratado de racionalizar la inferioridad de las personas de color y justificar de este modo la opresión a través de un lenguaje que hablaba de “patologías, desviaciones y anormalidades”. Además, las personas de otro color han servido durante mucho tiempo como sujetos de experimentación en laboratorios, a menudo sometidos a grandes riesgos. Exponer esta historia espeluznante es el primero de los pasos para forzar que la corriente actual de la Ciencia, a menudo implícitamente racial y de supremacía blanca, se confronte con un pasado histórico que ejerza una fuerza política duradera sobre nuestro presente histórico.
¡En nombre de la Ciencia!, Saartjie Baartman, de 21 años de edad, fue trasladada a Europa mediante engaños en 1810 por el médico William Dunlop, y fue exhibida en Piccadilly Circus de Londres en un “espectáculo de rarezas humanas”, por sus enormes nalgas y su prominente vulva. Durante años, del cuerpo de Baartman fue objeto de atracción en espectáculos, de fascinación científica y degradaciones de todo tipo. El Dr. Dunlop y otros profesionales médicos utilizaron sus grandes nalgas y los labios prolongados para decir que los negros eran morfológicamente similares a los orangutanes. Cuando murió Baartman en 1815 con 26 años de edad, su cadáver fue adquirido por el científico Georges Cuvier. Cuvier hizo un molde de yeso de su cuerpo antes de disecarlo y conservó su esqueleto, cerebro y genitales, Los órganos sexuales de Baartman fueron exhibidos en un museo de París hasta el año 1974, cuando se solicitó que sus restos volvieran a su lugar de nacimiento, Sudáfrica. El cuerpo de Baartman no regresó a su tierra y enterrado allí hasta el año 2002.
Samuel Cartewright, médico de Nueva Orleans y partidario de los confederados, argumentó que las altas tasas de enfermedades físicas y mentales que se daban entre las personas esclavizadas se debían a una capacidad mental biológicamente inferior de la raza negra. En su “Informe sobre la Enfermedad y las Peculiaridades Físicas de la Raza Negra”, de 1815, Cartwright introdujo el término “Drapetomanía” , una supuesta enfermedad mental que afectaba a los esclavos y que era la causa de que intentasen huir. No convencidos de que los niños, las mujeres y los hombres esclavizados intentasen buscar la libertad, Cartwright afirmó que la Drapetomanía podía ser curada mediante la bondad.
¡En nombre de la Ciencia!, Ota Benga, un joven congoleño, fue exhibido en una jaula de monos en el zoológico del Bronx en 1906. Benga fue trasladado a los Estados Unidos por Samuel Verner, un conocido supremacista blanco de Carolina del Sur. El cautiverio de Benga, que se justificó diciendo que formaba parte de la investigación científica, fue aprobado por los responsables de la sociedad zoológica, el alcalde de Nueva York, por destacados científicos, por la mayor parte de la gente y muchos de los principales periódicos, como The New York Times. Los responsables del zoológico del Bronx dijeron que “Benga, según nuestra informaciones, está… más cerca de los simios antropoides que otros salvajes africanos…”. Cuatro años antes de ser exhibido, el Dr. Daniel Brinton publicó su texto “La Base de las Relaciones Sociales: Un Estudio en Psicología Étnica”, en el que se afirmaba por primera vez que los africanos estaban a “medio camino entre los orangutanes y los blancos europeos”.
¡En nombre de la Ciencia!, Alice Jones, que se había casado hace poco con Leonard Rhinelander, un rico hombre blanco de Manhattan, se vio obligada a demostrar su raza ante la corte de Nueva York en 1924. Durante el juicio, Jones se vio obligada a exponer su cuerpo desnudo ante el jurado y el juez, todos ellos de raza blanca. Fue obligada a despojarse de su ropa para que el jurado y el juez pudiesen determinar su raza examinando el color de sus pezones, la parte posterior y las piernas. El Tribunal dictaminó que Jones no era completamente blanca.
¡En nombre de la Ciencia!, el Dr. John Cutler, médico del Servicio de Salud Pública de los Estados Unidos, inoculó de manera deliberada a más de 400 prisioneros guatemaltecos, mujeres y niños con sífilis entre 1946 y 1948. A ninguno de los sujetos sometidos a este experimento se le pidió su consentimiento. 71 personas murieron durante los experimentos.
¡En nombre de la Ciencia!, los doctores y responsables públicos de manera deliberada no trataron la sífilis contraída por cientos de hombres negros de Alabama como parte del “Estudio de Tuskegee de la sífilis no tratada en los machos de raza negra”. El experimento, llevado a cabo entre 1932 y 1972, dio lugar a centenares de muertes. Hasta el día de hoy, no hay constancia de las intenciones reales de los investigadores para realizar dicho experimento.
¡En nombre de la Ciencia”, la Universidad de Cincinnati, con la ayuda del Pentágono, realizó experimentos con 88 pacientes de cáncer entre 1960 y 1971, exponiéndoles a elevadas dosis de radiación y registrando sus respuestas físicas y mentales. La pregunta a la que querían encontrar respuesta era: “En caso de explosión nuclear, ¿qué cantidad de radiación puede soportar un soldado antes de quedar incapacitado?”. Según The New York Times, “la mayoría eran pobres, y el 60% de raza negra”.
¡En nombre de la Ciencia!,los psiquiatras Walter Bromberg y Frank Simon diagnosticaron el Black Power (Poder Negro) como una forma de “la protesta como una forma de psicosis”, en 1968. Lo describieron como una forma “delirante en contra de los blancos”. Cuatro años más tarde, en “El simbolismo en la psicosis de la protesta”, dijeron que este trastorno era “una enfermedad psicótica de los sentimientos en contra de los blancos, previamente reprimidos, que se combinaban con una ideología y creencias africanas”. En resumen, “la enfermedad está orientada a invertir la tradición de la supremacía blanca o poner objeciones a la aceptada superioridad blanca en términos de una ideología africana”. [ N. del T.: Jonathan M. Metzl en su libro “Psicosis de la Protesta: Cómo la esquizofrenia se convirtió en una enfermedad de la raza negra” repasa esta historia, introduciéndonos en las cuestiones éticas que rodean la política, los prejuicios y el diagnóstico psiquiátrico).
¡En nombre de la Ciencia!, más de 310 personas haitianas con VIH solicitantes de asilo fueron recluidas en el campo de prisioneros de Guantánamo entre los años 1991 y 1993. En ese momento, las leyes federales prohibían a las personas con VIH entrar en los Estados Unidos, incluso si de por medio había una petición de asilo político.
¡En nombre de la Ciencia!, más de 60.000 mujeres y hombres, la mayoría de los cuales eran mujeres de color, fueron esterilizados en contra de su voluntad entre 1907 y 2003 en 32 estados de los Estados Unidos. Mujeres negras y latinas de Puerto Rico, Nueva York, Carolina del Norte y California, fueron blanco del Gobierno estadounidense para su esterilización durante el siglo XX. Carolina del Norte esterilizó sin su consentimiento a 7.600 personas entre 1929 y 1974. Durante ese período, el 85% de las víctimas fueron mujeres y el 40% personas de color. El Servicio Indio de Salud (IHS) comenzó a prestar servicios de planificación familiar a las familias de los nativos americanos en 1965. Según el Centro para la Bioética y la Dignidad Humana, más del 25% de las mujeres nativas americanas fueron esterilizadas entre 1970 y 1976.
¡En nombre de la Ciencia!, cerca de 150 presas, la mayoría de las cuales eran de raza negra y piel oscura, fueron esterilizadas entre 2006 y 2010 por médicos contratados por el Departamento de Correcciones y Rehabilitación de California (CDCR). Una auditoría del Estado realizada en mayo de 2013 informaba que algunas de las ligaduras de trompas se realizaron ilegalmente y sin un consentimiento informado.
[N. del T.: Y recordemos que el Origen de las Especies de Darwin, tenía como titulo original: “El origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida”, que no fue modificado hasta la 6ª edición de 1872]
Todas estas historias son importantes
Los organizadores de #ScienceMarch (La Protesta de la Ciencia) han escrito recientemente que las “personas de todo el espectro político deben sentirse alarmadas por los esfuerzos de Trump para negar el progreso científico”. Y es correcto. Debemos sentirnos alarmados. Sin embargo, tal afirmación, parece que sigue sin reconocer que las comunidades de color, como hemos visto en las historias anteriores, podrían no considerar la Ciencia en su valor nominal. La Historia de la Ciencia es una historia de poder: el poder de establecer los problemas y legitimar las soluciones; el poder de dictar las agendas políticas y el poder de jerarquizar el orden social. Ciertamente, #SwcienceMarch es una idea digna de mérito. Sin embargo, su éxito, dependerá del reconocimiento de las historias raciales de la Historia de la Ciencia.
Christopher F. Petrella es profesor en estudios culturales americanos en el Bates College. Su obra explora las intersecciones entre raza, Estado y criminalización. Realizó su doctorado en estudios sobre la diáspora africana en la Universidad de California, Berkeley. Twitter: @CFPetrella
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