Por Hillary Butler, 24 de mayo de 2011
El paso principal intermedio entre un fenotipo no inflamatorio, que es la característica del bebé durante el embarazo y de todos los mamíferos, y un sistema inmune competente capaz de manejar los peligros y desafíos del mundo… es la leche materna.
Las principales directrices en relación con la leche materna en los dos primeros años de vida, a parte de servir como alimento, son:
1.- Para reforzar y controlar el buen equilibrio de la flora intestinal, que ayuda a bloquear los patógenos que provocan enfermedades, ya sean bacterias como las de la Hepatitis B, neumococos, o virus como los del sarampión y rotavirus…
2.- Mantener, enseñar y regular el sistema inmune, asegurándose de que la principal norma sea la reducción de todos los procesos inflamatorios, asma y alergia que produzcan marcadores. La razón de todo esto es aprender a distinguir entre uno mismo y un patógeno que viene de fuera.
3.- La vigilancia del cuerpo e impedir aquellas estructuras que se multiplican de forma incorrecta, con una molécula llamada HAMLET.
4.- Optimización de la densidad ósea, y de otras vías hormonales y enzimáticas.
5.- El suministro de células madre, de modo que en caso de que algo vaya mal, las células madre ayudan al cuerpo a recuperarse.
6.- Proveer al bebé de células T para que las pueda usar en caso de necesidad, algo que el sistema inmunológico del bebé no está preparado para hacer por sí mismo.
7.- Para prevenir la aparición de futuras enfermedades crónicas.
Como dice este artículo: “La leche humana es la fuente conocida más rica de inmonodulación y protección”.
Así que no es de extrañar que el bebe no vaya a producir IL-1B (interleucina-1 beta), TNF-a (factor de necrosis tumoral- alfa) y otras citoquinas inflamatorias, ya que la directriz principal es prevenir y reducir la inflamación a toda costa. Los bebés no responden a las enfermedades bacterianas, debido a que consigue protección frente a las toxinas producidas por las enfermedades mediante la neutralización de dichas toxinas con los gangliósidos presente en la leche materna.
Gracias a la leche materna se evita la inflamación, se previene la enfermedad celíaca, se consigue un buen desarrollo neuronal, lo que va a determinar el futuro del niño, no sólo que los recién nacidos tengan una mejor salud, sino también se evitan en buena medida problemas de comportamiento y de depresión en la adolescencia. La leche materna tiene una enorme influencia en la glándula pituitaria, que a su vez permite hacer frente al estrés a largo plazo.
NOTA: Los niños que consumen comida basura anulan el efecto de la leche materna para evitar las alergias.
Los costes económicos de no amamantar a los bebes son enormes tanto a corto como a largo plazo.
Los recién nacidos se encuentran en un período de transición en el que están expuestos a gran cantidad de antígenos a través de la boca y de los pulmones. La inyección de antígenos en este momento crítico, y afirmar que “no suponen nada para el sistema inmune en comparación con la gran cantidad de antígenos naturales...”, no tiene ningún sentido, y desde luego no es compatible con la literatura médica.
Con el fin de ajustarse de manera adecuada al medio, no sólo poseen los bebés un fenotipo no inflamatorio, sino que la leche materna es esencial para proteger al bebé de las toxinas y otras enfermedades, a medida que el sistema inmunológico se desarrolla de manera adecuada.
Pero he aquí otra cuestión muy importante es todo este asunto.
Hasta hacer poco se ha considerado que el cerebro y el sistema inmune eran dos entidades separadas. Mientras que la producción de IL-1B (interleucina-1 Beta) y TNF-a (Factor de Necrosis Tumoral-alfa) forma parte del sistema inmunológico de los adultos, lo que no se consideró en esta ecuación es que también son componentes esenciales de la remodelación de las vías neuronales de los cerebros de los bebés, de modo que sise interfiere en un momento crucial en el que se están produciendo las conexiones neuronales a gran velocidad, eso puede comprometer seriamente el desarrollo del bebé.
En septiembre de 2010, un artículo médico publicado en Frontiers in Synaptic Neuroscience admitía algunas ideas asombrosas sobre el estado del conocimiento en este campo:
“Aunque ha habido grandes progresos en los últimos 10 años en el reconocimiento de que las moléculas del sistema inmune juegan un papel crítico en el desarrollo de un cerebro sano, la gran mayoría de las moléculas del sistema inmune no han sido estudiadas, de modo que no sabe por qué están presentes y cuál es su función en el cerebro.
Pero sabemos que las moléculas del sistema inmune son importantes, aunque nada sepamos sobre sus mecanismos de acción”.
Sorprendentemente, los autores han revisado, incluso a las madres embarazadas, que cuando tienen una infección que apenas se manifiesta liberan citoquinas, para dar una explicación de los daños en el sistema inmunológico de los niños con autismo. Los autores plantean la hipótesis de que podrían haber sido desencadenados por estas moléculas del sistema inmune, de las que no sabemos casi nada, y señalan a casi todo, menos al elefante blanco presente en la sala… que en este caso serían las vacunas que se administran en un momento crítico de la infancia, y ahora incluso durante el embarazo.
Aquí un artículo sin marcas, y aquí una copia con mis anotaciones y marcas.
Quizás sea esta la razón por la cual el bebé este programado para responder con un bajo nivel de inflamación de su sistema inmune, y no reacciona a las enfermedades producidas por toxinas de la misma manera que lo hace un adulto.
Por lo tanto, el “riesgo” que se asume en la regulación de la inflamación, podría ser porque el cerebro del bebé no iba a funcionar en las mejores condiciones. Y no es casualidad que la leche materna tenga también compuestos únicos que ayudan a programar correctamente el cerebro del bebé.
Un bebé que es amamantado es como una extensión de la madre en términos de programación del sistema inmune y desarrollo del cerebro. El bebé depende de la leche materna para activar genes específicos, lo cual permite una optimización futura del desarrollo de ese bebé, una protección inmune y el reconocimiento apropiado de los patrones moleculares asociados a patógenos (PAMPS).
La programación que favorece la leche materna parece conferir un grado de protección contra la diabetes de tipo 2, y contra la obesidad.
La leche materna también lleva antígenos de los alimentos, polen inhalado, etc… de los pulmones de la madre y del tracto digestivo, asociados a los macrófagos de la leche materna, y se los entrega al bebé con un claro mensaje: “Estos son seguros”.
La leche materna enseña a reconocerse uno mismo y a definir lo que es peligroso, de una manera correcta.
Resumen:
La misión de la leche materna durante los dos primeros años es la de evitar en la medida de lo posible todo tipo de inflamación corporal, para reducir la posibilidad de infección grave, alergias y trastornos crónicos durante el resto de la vida.
Pregunta:
Entonces, ¿qué puede ocurrir cuando desde el nacimiento, y de forma repetida, si se obliga al cuerpo del bebé a hacer algo que no está preparado para hacer?
Parte 3: ¿Podrían las vacunas afectar al sistema inmunológico y al desarrollo cerebral del bebé?
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Procedencia del artículo:
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Papel de la leche materna en la inmunidad del bebé:
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