James Petras / 19 de octubre de 2010
Durante el mejor periodo de la presente década, las bolsas latinoamericanas han prosperado. Los inversionistas extranjeros han obtenido miles de millones en dividendos, ganancias y por pagos de intereses. Las corporaciones multinacionales han aprovechado sin ningún tipo de trabas el negocio de la minería, la agricultura y no han atendido ninguna de las demandas de las comunidades locales de transferencia de tecnología y los problemas ambientales. Los Regímenes latinoamericanos han acumulado abundantes reservas de moneda extranjera, para asegurarse que los inversionistas extranjeros tienen acceso ilimitado a monedas fuertes que les permitan obtener ganancias. Durante esta década se ha visto una desmovilización política y social sin precedentes de los movimientos sociales radicales. Los Regímenes han proporcionado protección social y política a los inversionistas extranjeros y nacionales, así como garantías a largo plazo del derecho de propiedad privada.
Ni un solo régimen de la región, a excepción de Venezuela, ha invertido el camino de las privatizaciones a gran escala de sectores económicos estratégicos, puesto en práctica por los regímenes neoliberales anteriores, de los años 1990. La concentración y la centralización de las tierras fértiles han seguido, sin que se haya producido ninguna redistribución de ingresos en la agenda de la política. Mientras los banqueros e inversionistas celebran la prosperidad económica invirtiendo miles de millones en la región, los expertos de izquierdas afirman encontrar un renacimiento creciente, reescribiendo el socialismo del siglo XXI. En particular, muchos progresistas euroamericanos destacados e intelectuales izquierdistas, lo han publicado de forma reiterada, lo que ha llevado a error a los lectores. Los comentarios hablan de una reactivación del izquierdismo en América Latina, careciendo de cualquier fundamento, tanto a nivel histórico, analítico o estadístico. Escritores tan diversos como Chomsky, Tariq Ali, Wallerstein, que no han emprendido ninguna investigación al sur del Río Bravo, sólo han consultado con los principales inversionistas, que amontonan miles de millones en América Latina, creyéndose expertos en los aspectos sociales y políticos de los regímenes, en movimientos sociales y en política económica. Pareciera que América Latina llevase a cabo un juego limpio y todos los escritores izquierdistas occidentales repiten la retórica política de los regímenes actuales. Cuando son invitados apenas su visita sirve para clarificar los rasgos socieconómicos de los regímenes de América Latina y sus estrategias de desarrollo definidas de forma precipitada.
Los extensos datos obtenidos de las entrevistas, de los estudios estadísticos publicados por las agencias de desarrollo internacional, los informes económicos de las agencias de negocio e inversión, así como de los líderes de movimientos sociales independientes, proporciona todo ello una amplia documentación para sostener que América Latina está tomando el camino del capitalismo del siglo XXI, nada de socialismo o algo parecido a él.
De hecho unas de las historia de más éxito contadas por la prensa comercial, es la de la marginalización de la política socialista, la aceptación de la globalización por los líderes de la clase política y la desradicalización de la elite intelectual y académica, quienes emprenden batalla contra los fantasmas neoliberales, proporcionando una legitimación populista de las políticas del siglo XXI…. capitalistas.
Capitalismo del Siglo XXI: Continuidades y Cambios
Los inversionistas, los especuladores, las corporaciones multinacionales y las empresas comerciales de Asia, Europa, Norteamérica y Oriente Medio han encontrado la virtud y el valor de las políticas de desarrollo económico seguidas por los líderes latinoamericanos más recientes. Aplauden la nueva estabilidad política, las oportunidades económicas a largo plazo, las altas ganancias. América Latina es vista ahora como una oportunidad muy provechosa, abandonando los inestables y volátiles mercados de los Estados Unidos y la Unión Europea.
El capitalismo del siglo XXI, del que ya conocemos algunos de sus rasgos principales, es una variante del capitalismo del siglo XX. El capitalismo del s XXI emplea las políticas de mercado abierto, propias de del modelo neoliberal de finales del siglo XX, promoviendo exportaciones agrícolas y minerales e importando productos acabados, tal y como ocurría al principios del siglo XX con la división colonial del trabajo. Ha tomado prestada la estrategia del desarrollo nacionalista, las políticas de intervención estatal para mejorar la pobreza, el rescate de bancos, promoviendo las exportaciones y las inversiones extranjeras.
Como en la mayoría de los países capitalistas en vías de desarrollo tardío, el estado juega un papel importante en mediar entre los exportadores de productos agrícolas y minerales y los capitalistas industriales (nacionales y extranjeros), en países tan grandes como Brasil y Argentina.
A diferencia del capitalismo liberal y neoliberal anteriores, que no limitaban los flujos de capital y trabajo, ahora las demandas de bienestar limitan la explotación capitalista, intentando los regímenes actuales aprovecharse de la mano de obra de los pobres en su nueva estrategia de exportaciones. El capitalismo del siglo XXI, continúa con el libre mercado y las políticas de bienestar y políticas contra la pobreza, gracias a la actual coyuntura favorable del mercado mundial de materias primas y los mercados en expansión en Asia.
El aumento de la actividad por parte del Estado en la regulación de los flujos de capital y la «elección de ganadores y perdedores», la promoción de la agroindustria entre los pequeños agricultores, los exportadores y los grandes importadores de venta al por menor, los pequeños y medianos productores y minoristas – pone de relieve la compatibilidad, de hecho la importancia del intervencionismo estatal en el sostenimiento del «libre mercado» según un modelo agro-mineral de exportaciones. Mientras que algunos sectores del capital se quejaron de déficit y del aumento del potencial de la deuda pública resultante de los gastos del estado en programas contra la pobreza y elevación del salario mínimo, la versión actual del capitalismo se acerca al «estatismo», como un complemento y no entra en conflicto con los objetivos más amplios de aumentar las oportunidades de inversión y acumulación de capital.
Los ideólogos del Capitalismo del siglo XXI han jugado un papel importante en asegurar la legitimidad del sistema, especialmente en su período inicial, mediante la proyección de imágenes y narrativas del «anti-imperialismo», «el socialismo del siglo XXI» y en los países andinos un nuevo » indigenismo «, variante de una» revolución democrática y cultural «(Bolivia). Dada la fuerte dependencia de las estrategias de desarrollo extractivo y la fuerte presencia de empresas extranjeras en sectores económicos estratégicos y en las tierras, y las reivindicaciones territoriales indígenas, las tradiciones rituales indígenas y las representaciones simbólicas, la retórica anti-imperialista y el carisma juegan un papel clave en el engrase de los ejes del Capitalismo del siglo XXI, frente a los grupos rebeldes (especialmente en Perú, Ecuador y Bolivia).
La paradoja de la supuesta «centro izquierda» que asume la división colonial del trabajo, «liberal en relación con el mercado mundial, está, hasta cierto punto, restringido por la mayor diversificación de los mercados. La «Colonialidad» se identifica en las relaciones económicas con los EE.UU., mientras que las nuevas relaciones económicas con Asia se presentan como expresiones de solidaridad Sur-Sur y otros eufemismos tales, cuando son esencialmente eso, relaciones económicas. Sin embargo, existen importantes diferencias políticas entre los EE.UU. y China, en la medida en que ésta no se dedica a dar golpes de estado, intervenir en operaciones clandestinas y militares (al menos en América Latina).
La llave del modelo del Capitalismo del siglo XXI es la estabilidad social, la preservación de un marco político democrático liberal y la supremacía civil – enfrentándose contra los golpes de Estado respaldados por EE.UU, incluyendo el fallido de Venezuela (2002) y Bolivia ( 2008), y el que tuvo éxito de Honduras (2009).
Si el militarismo de Estados Unidos es una factor de desestabilización, el crecimiento del narcocapitalismo en la economía y los Estados nacionales, es una gran amenaza, concentrada ahora sobre todo en América del Norte ( México), América Central, los países andinos (Colombia). El dilema del Capitalismo del siglo XXI es la de encontrar un equilibrio entre el papel desestabilizador de los organismos relacionados con el tráfico de drogas de Estados Unidos y la necesidad de garantizar las buenas relaciones con los principales socios comerciales, incluido los Estados Unidos.
http://dissidentvoice.org/2010/10/roads-to-21st-century-capitalist-development-in-latin-america/