Un nuevo estudio arroja dudas sobre las conclusiones de los estudios de seguridad de los plaguicidas y los transgénicos

Existe un abuso en la forma de interpretar el registro histórico de datos

Por Claire Robinson, 17 de junio de 2015

GMWatch

Piensos-animales.-Fuente-facua.org_.

Los alimentos de las ratas de laboratorio tienen altos niveles de contaminación por pesticidas, metales tóxicos, PCB y transgénicos, según un nuevo estudio publicado en la revista PloS ONE.

Este estudio levanta serias dudas sobre la seguridad de cientos de miles de ensayos de alimentación animal realizados para la aprobación por la Agencias de Regulación de pesticidas y transgénicos.

Durante el estudio, el equipo del Profesor Gilles-Eric Séralini, de la Universidad de Caen, Francia, analizó la alimentación seca de los animales de laboratorio procedente de cinco continentes. Estos piensos se utilizan comúnmente para alimentar a las ratas que intervienen en las investigaciones para probar la seguridad de pesticidas y transgénicos. En el estudio se pudo comprobar que estas 13 dietas contenían restos de 262 pesticidas, 4 metales pesados, 17 dioxinas y furanos, 18 PCB (policloruro de bifenilo) y 22 transgénicos.

Los investigadores encontraron que todas las muestras de los alimentos contenían cantidades significativas de varios de estos productos a unos niveles que pueden causar enfermedades, desde alteraciones en el sistema endocrino a afectar al sistema nervioso de los animales. Teniendo en cuenta todos los contaminantes analizados, estas dietas, que se consumen durante el período de experimentación, de tenerse en cuenta, se consideraría, según las medidas estándar, que suponen un elevado riesgo para la salud.

Por ejemplo, los residuos de glifosato, usado en el 80% de los cultivos transgénicos y muy utilizado para secar rápidamente los cultivos no modificados genéticamente antes de la cosecha, se detectaron en 9 de las 13 dietas. Once de las 13 dietas contenían transgénicos que se cultivan empleando grandes cantidades de Roundup.

Se trata de un problema de salud pública, porque las Agencias de Regulación utilizan las pruebas para evaluar la seguridad de cualquier plaguicida o transgénico, en las que se alimentan a los animales con estas dietas, y luego estableciendo las diferencias entre el animal expuesto y los del grupo de control. Si tanto los animales de uno y otro grupo comen alimentos contaminados con pesticidas y transgénicos, cualquier efecto tóxico real del plaguicida o transgénico sometido a ensayo, a no ser que los efectos sean muy claros, se perderán en medio del ruido causado por el revoltijo de sustancias tóxicas presentes.

Los resultados pueden establecer que tal plaguicida o transgénico sometido a ensayo es seguro, por la razón de que no hay diferencias significativas entre el grupo de control y el grupo expuesto, cuando en realidad ambos grupos han estado expuesto a una amplia variedad de toxinas, que han enmascarado cualquier efecto tóxico del pesticida o del transgénico investigado.

Los grupos de control y de tratamiento son alimentados con transgénicos no controlados

En este nuevo estudio, once de las 13 dietas contenían transgénicos, Esto es algo preocupante porque esta alimentación estándar se utiliza comúnmente para probar la seguridad de los transgénicos en los ensayos con roedores durante 90 días, tiempo que exige el sistema regulador de la UE.

Una de estas dietas, de la empresa PURINA, se utilizó para alimentar a las ratas en un estudio de la empresa DUPONT que duró 90 días, estudio que serviría para obtener la aprobación de una variedad transgénica de colza tolerante a Roundup (Roundup Ready). El estudio concluyó que la colza transgénica era tan segura como la colza no transgénica, basándose en la ausencia de diferencias entre el grupo alimentado con colza transgénica y el grupo de control alimentado con colza no transgénica. Sin embargo, en este nuevo estudio, se encontró que la alimentación de PURINA contenía alrededor de un 12,8% de soja transgénica y un 35,6% de maíz transgénico, y ni siquiera aparecía etiquetado como transgénico.

El nuevo estudio también encontró que el pienso contenía residuos de glifosato y AMPA (ácido aminometilfosfónico, el principal metabolito de la degradación del glifosato). Así que las ratas del grupo de control no estaban consumiendo la colza transgénica objeto de experimentación, pero estaban consumiendo otros transgénicos con el mismo rasgo de tolerancia al glifosato, así como residuos de pesticidas utilizados en el cultivo de los transgénicos. En otras palabras, en el estudio no se compararon las ratas alimentadas con una dieta a base de transgénicos con las ratas alimentadas con una dieta sin transgénicos, sino ratas alimentadas con transgénicos y pesticidas y ratas alimentadas con otros transgénicos y pesticidas similares.

Así que estos estudios de seguridad han estado mal controlados y sus conclusiones apenas tienen validez.

Los nuevos hallazgos desvelan los abusos cometidos con el registro histórico de datos

Los nuevos hallazgos también suponen un desafío a la práctica muy común de las Agencias de Regulación para aprobar pesticidas y otros productos químicos basándose en la comparación de los animales sometidos a ensayo, no sólo con los animales del grupo de control, como recogen las buenas prácticas científicas, sino también con el llamado registro histórico de datos.

En el registro histórico de datos se recogen una amplia variedad de experimentos, algunos con varias décadas de antigüedad, realizados en diferentes condiciones, en las que los animales son alimentados con dietas que varían mucho en los niveles y tipos de contaminantes. Como era de esperar, estas variables no se controlan, de modo que la incidencia de cualquier enfermedad o efecto tóxico en el registro histórico de datos será enorme.

Por ejemplo, de acuerdo con estos datos, del 13 al 71% de los animales de control de un experimento presentarían de forma espontánea tumores de mama y del 26 al 93% presentarían tumores pituitarios. De modo que si los animales del grupo de tratamiento presentasen una mayor incidencia de tumores, el aumento se puede justificar dentro de este amplio rango, considerándose como espontáneos y no relacionados con la sustancia que se está probando.

Esta amplia gama de tumores espontáneos también significa que los investigadores tienen que utilizar un elevado número de animales para obtener unos resultados estadísticamente significativos en las pruebas de carcinogenicidad, por ejemplo.

Este es un asunto de gran interés público. Los ensayos de alimentación animal realizados, de forma rutinaria se acude al registro histórico de datos para desestimar el descubrimiento de un aumento de una determinada enfermedad en los animales del grupo de tratamiento expuestos al pesticida, por encima de la incidencia de la enfermedad en el control realizado durante el ensayo.

Hacen esto diciendo que en el registro histórico de datos aparece una amplia incidencia de la enfermedad y que el aumento de esta enfermedad durante un estudio entra dentro de ese rango, por lo que se puede considerar algo espontáneo y por tanto a no tener en cuenta. Así que el plaguicida se considera erróneamente seguro y se pone en peligro la salud pública.

El registro histórico de datos se ha utilizado para descartar los defectos congénitos producidos por el glifosato

Hace varios años me encontré de lleno con uno de esos ejemplos de abuso con el registro histórico de datos para hacer desaparecer los efectos tóxicos del glifosato. Yo fui coautora de un análisis de las agencias de regulación alemanas de las pruebas realizadas por la Industria sobre el glifosato. Una y otra vez las autoridades alemanas desestimaron las conclusiones sobre defectos de nacimiento en los animales de laboratorio alimentados con glifosato sobre la base de las comparaciones con los datos del registro histórico, que ni fueron especificadas, ni publicadas.

Dado que el número de defectos de nacimiento en los animales de laboratorio alimentados con glifosato entraba dentro del rango de incidencia que aparece en el registro histórico de datos, las autoridades alemanas llegaron a la conclusión de que los defectos de nacimientos no estaban relacionados con el tratamiento de glifosato, sino que eran espontáneos. En otras palabras, que podrían haber surgido sin que los animales hubiesen estado expuesto al glifosato.

El nuevo estudio viene a decir que esta conclusión no es válida: que no se puede recurrir a la muletilla de espontáneos sobre los tumores que aparecen en los animales del grupo de control. Lejos de no estar expuestos, estos animales están expuestos a una gran cantidad de carcinógenos conocidos o sospechosos de provocar tumores.

Los lectores más avispados recordarán que el equipo de Séralini observó una tendencia en el aumento de tumores en las ratas alimentadas con el maíz transgénico NK603 y Roundup, siendo rechazada por los defensores de los transgénicos con el argumento de que el número de tumores en la ratas tratadas entraba dentro del rango de tumores espontáneos. El número de tumores que aparecen en el registro histórico de datos sobre la rata Sprague-Dawley, viene a decir que esta rata es propensa a contraer tumores.

Estos nuevos hallazgos sugieren que tal juicio es erróneo. En realidad, el estudio del maíz transgénico NK603 fue un raro ejemplo de ensayo en el que los investigadores controlaron los plaguicidas y el contenido de transgénicos de la dieta. A la luz de los nuevos descubrimientos, el estudio realizado con el maíz NK603 parece haber sido llevado a cabo con sumo cuidado, mientras que los estudios aceptados de forma rutinaria como prueba de seguridad de los transgénicos han carecido de dicho control.

Los defensores de los transgénicos pueden explotar erróneamente estos resultados

A pesar de todo lo dicho anteriormente, no debemos permitir que los defensores de los transgénicos y la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) utilicen los nuevos hallazgos para argumentar que se deben abandonar los estudios obligatorios de alimentación animal con transgénicos sobre la base de que es muy difícil controlar el contenido de contaminantes de los piensos.

Esto es lo que los defensores de los transgénicos vienen buscando desde hace tiempo. También sería una forma de complacer a los representantes de Estados Unidos en las negociaciones del acuerdo comercial TTIP, cuyo objetivo es desmantelar el proceso de aprobación de los transgénicos por parte de la UE.

Al contrario, estos resultados deberían hacer pensar a las empresas que fabrican alimentos para animales en mejorar sus productos. El hecho de que no se encontrase contaminación por transgénicos en las muestras de piensos obtenidas en Italia, indica que es posible hacer alimentos para animales sin transgénicos. En cuanto a los pesticidas, los investigadores ( o las compañías de alimentación) tienen que llevar un control de crecimiento de los cultivos, conociendo los productos químicos que se utilizan.

Problemas de bienestar animal

Alimentar a los animales de laboratorio con toxinas no controladas no sólo es un problema científico, sino una cuestión de bienestar animal.

Muchos animales sujetos a experimentación a largo plazo mueren antes de los previsto ( dos años en el caso de los estudios sobre el cáncer). Las causas más generalizadas de su muerte son los tumores y la enfermedad renal, enfermedades que están asociadas con determinados contaminantes que se encuentran en los alimentos de estos animales.

Los investigadores tienen que compensar esas muertes prematuras y asegurar que suficientes animales llegan hasta el final del experimento para así obtener una significación estadística en los resultados. Para ello diseñan estudios con un gran número de animales. Unas dietas más sanas permitirían a los científicos utilizar menos animales, porque no se produciría ese ruido estadístico creado por los contaminantes tóxicos.

La sociedad tolera la experimentación animal si hay un beneficio en términos de protección de la salud pública y el medio ambiente si se trata de determinar la seguridad de los transgénicos, potencialmente tóxicos, pesticidas y otros productos químicos. Pero en el caso de experimentación con animales contaminados, no hay beneficio frente al sufrimiento de los animales, ya que los resultados que se pudieran obtener no ayudan a la protección de la salud pública debido a la falta de control de los tipos y cantidades de toxinas. Ninguna información significativa se puede obtener de ninguno de estos estudios.

Los problemas potenciales causados por dietas contaminadas se extienden mucho más allá de las paredes del laboratorio. Esto se debe a que las mismas empresas que elaboran las dietas alimenticias de las ratas de laboratorio utilizadas en experimentación también elaboran la comida para mascotas. Así que no sólo las ratas de laboratorio estás en riesgo de consumir dietas contaminadas, sino también los perros, gatos, hámsters, etc.

La conclusión principal de este estudio es que las empresas de alimentación tienen que mejorar la calidad de sus productos. Esto daría más fiabilidad a los experimentos científicos, mejoraría la protección de la salud pública, y traería una mejora en la calidad de vida de los animales de laboratorio y de las mascotas, por igual.

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Procedencia del artículo:

http://gmwatch.org/news/latest-news/16242

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