Entregando el volante al conductor del autobús

por Martha Rosenberg, 25 de julio de 2011

 Los atascos no lo consiguieron. El no encontrar aparcamiento tampoco. Los impuestos de circulación y de los vehículos no fueron suficiente. Pero a medida que la gasolina va subiendo de precio y cuesta más llenar el depósito, la gente está empezando a descubrir y apreciar el transporte público, o al menos eso dicen las noticias.

Muchos de los que viajaban en coche se han convertido en viajeros de autobús o de tren, y las ciudades están observando un aumento del 8% al 34% en el uso del transporte público.

En la ciudad de Chicago, el alcalde Rahm Emanuel, dice que el transporte público es lo suficientemente bueno como para llegar a cualquier sitio sin tener que coger el coche como en Nueva York. No sólo se puede llegar al aeropuerto por 2,25 dólares, sino que se llega más rápidamente, y ahorrando entre 30 a 40 dólares.

Pero a pesar de que la mayoría de los habitantes de Chicago usan el transporte público para ir a determinados lugares, cuando se trata de ir al trabajo tienden a abrocharse el cinturón para hacer el viaje.

Durante la tormenta de nieve que tuvimos el 2 de febrero pudimos comprobar la gran cantidad de personas que usan sus vehículos y no el transporte público de forma regular. Los coches enterrados en la nieve fueron rescatados semanas más tarde y asistimos al mal del borracho: “no puedo encontrar mi coche”

Pero como sube el precio del petróleo de forma meteórica, los estacionamientos se están vaciando dicen algunos, y los cinturones cuelgan.

Por supuesto, sacar a las gente de sus autos y convencerles de que vayan en tren ha sido ardua tarea dicen los críticos del coche. Aquellos dicen que aunque cueste más el viaje en coche y aunque flote en un mar de luces de freno, puede salir cuando usted quiera, va sentado y controlando su entorno (¿Quién va sentado al lado?).

Conducir se considera un derecho y da a la gente la sensación de control, incluso aunque no vayan a ninguna parte y estén dando un buen pellizco a sus ingresos. Muchos dicen que lo peor de la ley que controla el alcohol mientras se conduce es perder el privilegio de conducir y verse remolcado puede ser la causa de que algunas personas tenga un ataque de pánico.

Y la gente ni siquiera quiere compartir. La gente no confía en cómo conducen los otros. En los programas en los que se comparte coche y sólo se utiliza cuando sea necesario, la gente no confía en cómo trataran al coche y si lo mantendrán o no.

Pero la paradoja de que conduciendo el coche por la ciudad todo está bajo control, es que no se cae en la cuenta de que todo lo demás está fuera de control: la congestión del tráfico, las condiciones meteorológicas, la falta de estacionamiento, el resto de los automovilistas, los accidentes y el precio de la gasolina, por supuesto.

Por lo tanto, no es de extrañar que algunos hayan dado el volante al conductor del autobús o que viajen en tren porque sea más cómodo. Además se tiene un tiempo para leer, para escuchar música, y no se llega al trabajo extenuados. Incluso se dan casos en que el conductor espera a uno de los pasajeros que llega un poco tarde en el momento de la salida. ¿Alguien ha visto a un coche esperando a alguien en las horas puntas del tráfico?

Martha Rosenberg es columnista y dibujante, que escribe sobre temas de salud. Su dirección de correo electrónico: martharosenberg@sbcglobal.net. Su primer libro, titulado Born with a Fritos Deficiency: How Flaks, Quacks and Hacks Pimp the Public Health, será publicado por Amherst, New York-based Prometheus Books, el próximo año.

 

http://dissidentvoice.org/2011/07/your-brain-on-4-50-per-gallon-gas/#more-35197