De ratones, Monsanto y un misterioso tumor

Un estudio más detallado de un ratón muerto aparece en el juicio contra Monsanto

Por Carey Gillam, 8 de junio de 2017

environmentalhealthnews.org

Mike Mozart/flickr

Llamémoslo el caso del misterioso tumor del ratón.

Han pasado 34 años desde que Monsanto presentó a las Agencias de Regulación estadounidenses un estudio aparentemente rutinario en el que se analizaban los efectos que el herbicida más vendido de la empresa podía tener sobre los roedores. Ahora, este estudio se está examinando detalladamente, sobresaliendo como una pieza importante en las denuncias presentadas por cientos de personas que dicen que el herbicida de Monsanto les produjo cáncer.

Esta semana, las fotografías tomadas de los tejidos de los ratones muertos hace ya mucho tiempo están siendo examinadas por nuevos ojos, los de un experto patólogo contratado por los abogados de las víctimas de cáncer, que buscan pruebas de un posible encubrimiento de los peligros de los herbicidas a base de glifosato.

El glifosato es el ingrediente activo del herbicida Roundup de Monsanto, el herbicida más utilizado en el mundo y se aplica en la producción de más de 100 cultivos alimentarios, tales como el trigo, el maíz y la soja, así como en el césped de las zonas residenciales, campos de golf y los patios de las escuelas.

Se han detectado residuos de este herbicida en los alimentos y en la orina humana, y muchos científicos de todo el mundo han advertido que la exposición a este herbicida a través de los alimentos consumidos, así como por su aplicación, puede conducir a problemas de salud. La Agencia Internacional del Cáncer (IARC), de la Organización Mundial de la Salud (OMS), lo clasificó como probablemente carcinógeno para los seres humanos en 2015, basándose en la revisión de la literatura científica, provocando una oleada de demandas contra Monsanto y obligando a las Agencia de Regulación de California a anunciar que incluirán al glifosato en la lista de carcinógenos conocidos.

Lo que este experto encuentre o no se espera que sirva como prueba clave en las audiencias programadas para la semana del 11 de diciembre, con decenas de casos que serán sometidos a juicio por un juez federal en San Francisco.

Volviendo a 1983

Monsanto, así como muchos científicos y Agencias de Regulación, defienden la seguridad del glifosato. Dicen que las investigaciones que señalan una relación entre el cáncer y el glifosato están mal hechas y que cientos de estudios apoyan su seguridad.

Sin embargo, si volvemos a 1983 y a un estudio titulado “Un estudio de alimentación crónica con glifosato (técnicamente, Roundup) en ratones” y seguimos el rastro de los documentos que rodean este estudio, se obtiene una visión no siempre limpia de cómo se realizan ciertos estudios científicos y de los argumentos a los que ha tenido que recurrir Monsanto para convencer a las Agencias de Regulación para que acepten sus interpretaciones científicas que permitieran la comercialización de los productos de esta Empresa.

El estudio se llevó a cabo durante dos años, de 1980 a 1982, y en él se incluyeron 400 ratones divididos en grupos de 50 machos y 50 hembras, a los que se les administró tres dosis diferentes de herbicidas o no recibieron herbicida los ratones del grupo de control. Este estudio fue realizado por Monsanto para su presentación ante las Agencias de Regulación. Pero desafortunadamente para Monsanto, algunos ratones que estuvieron expuestos al glifosato desarrollaron tumores a unas tasas significativas desde el punto de vista estadístico, sin que aparecieren tumores en los ratones que no recibieron las dosis del herbicida.

Un informe de febrero de 1984 del toxicólogo de la Agencia de Protección Ambiental (EPA), William Dykstra, decía lo siguiente: “ La revisión del estudio de oncogenicidad en los ratones indica que el glifosato es oncogénico, produciendo adenomas en los túbulos renales, un raro tumor, en relación con la dosis”. La incidencia de tumores renales en ratones expuestos al glifosato es algo preocupante, porque mientras que los adenomas son generalmente benignos, tienen el potencial de hacerse malignos, e incluso en las etapas no cancerosas tienen el potencial de ser perjudiciales para otros órganos. Monsanto desechó estos descubrimientos, argumentando que los tumores no tenían “relación con la exposición” y que mostraban falsos positivos, y la empresa proporcionó datos adicionales para convencer a la EPA para que no tuviera en cuenta esos tumores.

El glifosato es sospechoso,

y el argumento de Monsanto,

inaceptable”

– Herbert Lacayo, de la EPA, en un escrito de 1985

en contra de las afirmaciones de Monsanto

sobre el herbicida.

Pero los expertos en toxicología de la EPA no estaban muy convencidos. Herbert Lacayo, miembro del Departamento de Estadística y Toxicología de la EPA, esbozaba en un informe de febrero de 1985 el desacuerdo con la posición de Monsanto. Una “persona prudente rechazaría las afirmaciones de Monsanto que dicen que las dosis de glifosato no tienen efecto en la aparición de tumores renales. El glifosato es sospechoso. Los argumentos de Monsanto, inaceptables”.

Ocho miembros del Departamento de Toxicología de la EPA, entre ellos Lacayo y Dykstra, mostraron preocupación por los tumores renales en los ratones, firmando una revisión de consenso sobre el glifosato en marzo de 1985, declarando que clasificaban al glifosato como un oncogén de categoría C, “posiblemente carcinógeno para los seres humanos”.

Refutación de la investigación

Estos descubrimientos no fueron del gusto de Monsanto, y la empresa trabajó para revertir las preocupaciones en torno a los tumores renales. El 3 de abril de 1985, George Levinskas, gerente de Evaluación Ambiental y Toxicología de Monsanto, señaló en un informe interno dirigido a otro científico de la Empresa que se habían puesto en contacto con el Dr. Marvin Kuschner, un conocido patólogo y fundador de la Escuela de Medicina de la Universidad del Estado de Nueva York, en Stony Brook, para que revisase las imágenes de los tejidos renales.

Kushner aún no había podido ver las imágenes, pero Levinskas insinuaba en su nota que estaba seguro de un informe favorable: “Kuschner revisará las secciones de riñón y presentará su evaluación a la EPA, en un esfuerzo por persuadir a la Agencia de que los tumores observados no están relacionados con el glifosato”, escribió Levinskas. Levinskas, que murió en el año 2005, también se vio involucrado en los años 1970 en los esfuerzos para minimizar los resultados desfavorables de un estudio que había descubierto que las ratas expuestas a los PCB (bifenilos policlorados) de Monsanto desarrollaron tumores, según documentos aportados en los juicios relacionados con los PCB.

El reexamen de Kuschner permitió que los tumores observados no se relacionasen con el glifosato, como dijo Monsanto. Observando las imágenes de los tejidos de los ratones del estudio de 1983, Kuschner identificó un pequeño tumor en el riñón de un ratón del grupo de control, es decir, aquellos que no habían recibido glifosato en su dieta. Nadie había observado tal tumor en los primeros informes. El descubrimiento fue muy importante porque proporcionó la base científica para concluir que los tumores observados en los ratones expuestos al glifosato no eran dignos de tener en cuenta después de todo.

Además, Monsanto proporcionó a la EPA un informe, con fecha de octubre de 1985, firmado por un “grupo de trabajo en patología” que también refutaba el hallazgo de la relación entre el glifosato y los tumores renales observados en el estudio de 1983. El grupo de trabajo en patología dijo que “la enfermedad renal crónica espontánea se observaba comúnmente en los ratones envejecidos”. Monsanto envió este informe a la EPA bajo la atribución de “secreto comercial” para que fuese protegido de los ojos indiscretos del público.

Sin embargo, los propios científicos de la EPA no estuvieron de acuerdo. Un patólogo de la EPA escribió un informe en diciembre de 1985, en el que se decía que una revisión adicional de las imágenes de los tejidos no mostraba ningún tumor en los ratones del grupo de control. Sin embargo, los informes de patólogos externos contratados por Monsanto sirvieron para que la EPA realizase una nueva investigación.

Y en febrero de 1986, un panel científico de la EPA calificó de equívocos los hallazgos sobre el tumor, diciendo que dado que un tumor había sido identificado en un ratón del grupo de control por algunos patólogos, la incidencia general de los tumores en los animales que recibieron glifosato no era significativa desde el punto de vista estadístico como para establecer una relación con el cáncer.

Este panel científico realmente dijo que había razones para preocuparse y señaló que las incidencias tumorales observadas en los ratones que recibieron glifosato eran “inusuales”.

El panel científico dijo a la EPA que los estudios debían repetirse con la esperanza de establecer unos hallazgos definitivos, de modo que el glifosato se clasificase en el grupo D: “no incluido entre los agentes carcinógenos para los seres humanos”. La EPA dijo a la empresa que debía realizarse un nuevo estudio de oncogenicidad en ratones, pero Monsanto se negó a hacerlo.

La Empresa argumentó que “no hay justificación científica o normas de regulación relevantes para repetir el estudio de oncogenicidad del glifosato en ratones”. En cambio, la Empresa proporcionó a los responsables de la EPA datos históricos de control con los que se apoyaba su intento de minimizar la incidencia de los tumores observados en el inquietante estudio de 1983.

No hay justificación alguna, ni científica ni normas de regulación pertinentes para repetir el estudio de oncogenicidad del glifosato en los ratones”. La Empresa dijo que los tumores en los ratones aparecen “con cierta regularidad” y que probablemente fueran atribuibles a factores “genéticos o ambientales”. Los científicos de Monsanto afirmaban, de este modo, que el glifosato no es oncogénico para los ratones. Monsanto dijo que repetir el estudio en ratones “requeriría de unos gastos significativos… y la ocupación de un valioso espacio en el laboratorio”.

La Agencia Federal cede

Las discusiones entre Monsanto y la EPA se prolongaron hasta que las dos partes se reunieron en noviembre de 1988 para discutir la solicitud de la Agencia para la realización de un segundo estudio en ratones y el rechazo de Monsanto a hacerlo. Los miembros del Departamento de Toxicología de la EPA continuaron expresando sus dudas sobre la validez de los datos de Monsanto, pero en junio de 1989, los responsables de la EPA cedieron y dijeron que no obligarían a realizar un nuevo estudio en ratones.

Un comité de revisión de la EPA se reunió el 26 de junio de 1991 para discutir y evaluar nuevamente la investigación sobre el glifosato, pero se descartó este estudio con ratones de tal manera que el grupo decidió que había “falta de evidencias convincentes de carcinogenicidaden los estudios realizados en animales. El grupo llegó a la conclusión de que el herbicida debía clasificarse de forma mucho más suave que su clasificación inicial de 1985 o incluso de 1986, propuesta por el grupo consultivo. Esta vez, los científicos de la EPA incluyeron al herbicida en el Grupo E, una clasificación que implica “que hay evidencias de no carcinogenicidad en los seres humanos”. Al menos dos miembros del Comité de la EPA no estuvieron de acuerdo y se negaron a firmar el informe, indicando que no estaban de acuerdo con esa recomendación. En un informe explicando la decisión, los responsables de la EPA incluyeron una advertencia. Escribieron que la clasificación “debía interpretarse como una conclusión definitiva de que el agente no era carcinógeno en ninguna circunstancia”.

A pesar de esta conclusión final de la EPA, el estudio con los ratones fue uno de los citados por la IARC para clasificar al glifosato como un posible carcinógeno para los seres humanos. De hecho, muchos otros estudios en animales han tenido resultados igualmente cuestionables, incluyendo un estudio en ratas de 1981, que mostraba un aumento en la incidencia de tumores en los testículos de las ratas macho y posibles carcinomas tiroideos en las ratas expuestas al glifosato, y un estudio de 1990 mostraba tumores pancreáticos en los ratones expuestos. Pero ninguno de ellos ha influido en la decisión de la EPA para establecer la seguridad del glifosato.

Chistopher Portier, que fuera especialista invitado en la revisión del glifosato por la IARC y ex director del Centro Nacional de Salud Ambiental y de la Agencia de Sustancias Tóxicas y Registro de Enfermedades de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos, cree que los estudios sobre el glifosato considerados por las Agencias de Regulación son “científicamente defectuosas” y ponen en peligro la salud pública.

Los datos de estos estudios apoyan firmemente la capacidad del glifosato para causar cáncer en los seres humanos y los animales, y no hay razón para creer que en todos estos estudios positivos todo haya surgido por casualidad”, dijo Portier.

Monsanto ha luchado contra la solicitud de los demandantes para que entregase las imágenes de los tejidos de aquel ratón, lo que ha denominado “una búsqueda de información”, pero el juez de distrito Vince Chhabria rechazó los argumentos de Monsanto, juez que revisa los 60 juicios combinados bajo su jurisdicción. Monsanto ha confirmado que aproximadamente otros 900 demandantes adicionales tienen casos pendientes en otras jurisdicciones. Todos hacen afirmaciones similares, que Monsanto manipuló los estudios científicos, y las Agencias de Regulación ocultaron o minimizaron los peligros del herbicida para la gente.

La importancia de estas imágenes del riñón es muy grande en lo que respecta a la causalidad general ya que jugó un papel crítico en la decisión de la EPA para volver a clasificar al glifosato…” declararon los abogados de los demandantes en un vista previa.

La abogada de los demandantes, Aimee Wagstaff, reiteró que en una reciente audiencia judicial, el juez Chhabria dijo que las circunstancias que rodean el estudio en ratones del año 1983 “tienen un efecto dominó” y que potencialmente pueden ser “muy relevantes” en este juicio sobre el cáncer.

Carey Gillam es Directora de Investigación de Us Right to Know, un grupo de educación para los consumidores sin ánimo de lucro. Twitter: www.twitter.com/careygillam

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