Por Pratap Chatterjee, 30 de junio de 2015
Alexis Tsipras, Primer Ministro de Grecia, ha convocado un referéndum nacional el próximo domingo para que los griegos decidan si el país acepta o no las condiciones de austeridad impuestas por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional, con el objeto de mejorar los niveles de deuda del país.
Actualmente Grecia debe a sus acreedores 323 mil millones de euros, es decir, el 175% del PIB del país. ¿Cómo llegó Grecia a deber tanto dinero?
“Hay que hablar con claridad: sólo una pequeña parte del dinero prestado a Grecia ha ido a parar al país. Se ha empleado en pagar a los acreedores del sector privado, incluyendo Bancos franceses y alemanes”, dijo Joseph Stiglitz, ex economista del Banco Mundial y ganador del Premio Nobel de Economía.
Un reciente informe de CorpWatch, Los especuladores de la Eurozona, nos puede ayudar a comprender algo de este asunto. Si bien es cierto que los políticos griegos corruptos han pedido prestados miles de millones, lo cierto es que había muy buenas razones para que los especuladores hiciesen estos préstamos imprudentes: estaban sometidos bajo la presión de los burócratas de la Unión Europea para competir en el mercado global con los Bancos del Reino Unido y de Estados Unidos.
Tomemos el caso de los Bancos alemanes. Si bien la banca anglo-estadounidense está dominada por numerosas ramas de unos pocos grandes bancos, Alemania tenía unas 4.000 instituciones únicas en 1990, compuestas por tres pilares básicos: cajas de ahorro, Bancos cooperativos y Bancos privados. Estos Bancos vivían de una forma modesta con unos minúsculos beneficios del 1% en comparación con los grandes Bancos del Reino Unido, que se jactaban de unos rendimientos de hasta un 30% sobre el capital. Bajo la presión de Bruselas, el Gobierno alemán acordó orientar a algunos de los mayores bancos hacia el mercado mediante la supresión de las garantías estatales, conocidas como responsabilidad institucional y la responsabilidad del garante, un respaldo en caso de fracaso.
Del mismo modo, el Primer Ministro francés Jacques Chirac inició un proceso de privatización de los bancos franceses a finales de 1980 con objeto de “asumir responsabilidades con los grupos empresariales” ( Aquellos bancos que habían sido nacionalizados en tiempos del General Charles de Gaulle en 1945 y por el Presidente Pierre Mauroy en 1982). A igual que los alemanes, los bancos franceses disfrutaron de la protección del Estado, y por lo tanto obtenían dinero fácilmente para poder prestarlo.
La Unión Europea ha estado detrás de este proceso, ya que quería entidades europeas que pudiesen competir en un escenario global. “A veces se dice que la competencia no actúa en beneficio de todos, que favorece a las grandes empresas y acaba con las pequeñas. No comparto este punto de vista. Naturalmente, la competencia premiará una mayor eficiencia. Redundará en perjuicio de aquellas empresas menos eficientes y que ya sufren problemas estructurales”, declaraciones de Mario Monti, Comisario Europeo de la Competencia, en octubre de 1997.
Pero los bancos franceses sabían que no podían obtener miles de millones al competir con Alemania, ni los bancos alemanes esperaban vencer a los franceses. Así que miraron a mercados más simples, lugares donde fuese fácil prestar el abundante dinero en efectivo que tenían: los Estados europeos más pobres, en su mayoría del sur, que habían aceptado participar en 1999 en utilizar una moneda común, el euro.
Hay una lógica muy clara: a mediados de la década de 1990, las tasas nacionales de interés de Grecia y de España, por ejemplo, estaban en torno al 14%, y a un nivel similar en Irlanda durante la crisis de la moneda de 1992-1993. Así que los prestatarios de estos países estaban deseosos de dar la bienvenida a los banqueros del norte: suministros ilimitados de dinero barato a unas tasas de interés tan bajas como del 1% al 4%.
Consideremos el caso de Georg Funke, gerente de Depfa, un banco hipotecario público alemán. Depfa ayudó a Atenas a obtener una buena calificación crediticia, aportó 265 millones de euros para el ferrocarril griego, aportó a Portugal 200 millones de euros para el servicio de agua y entregó a España 90 millones de euros para construir una carretera de gestión privada en Galicia. Durante un tiempo, las clases medias de Grecia, así como las de España e Irlanda, se beneficiaron de estas inversiones en infraestructuras. Cuando Depfa quebró en 2008, Funke fue despedido.
O consideremos el caso de Georges Pauget, Director General de Crédit Agricole en Francia, que compró el Banco griego Emporiki por 3,1 mil millones de euros en efectivo en el año 2006. En los sucesivos 6 años posteriores, Emporiki siguió perdiendo dinero, invirtiendo en vano, hasta que finalmente Crédit Agricole lo vendió por 1 euro a Alpha Bank. Crédit Agricole acumuló unas pérdidas de 5,3 mil millones de euros.
O el caso de otros bancos, como el belga Dexia. Vía Kommunalkredit, Dexia prestó 25 millones de euros a Yiannis Kazakos, alcalde de Zografou, un suburbio de Atenas, para la compra de un terreno donde construir un centro comercial. También concedió prestamos similares a otras autoridades municipales griegas, como las de Acharnon, Melisia, Metamorfosis, Nea Ionia, Serres y Volos.
“El tsunami del crédito barato fluyó por todas partes entre 2002 y 2007… era una tentación. A países enteros se les dijo que las luces estaban apagadas, que podían hacer lo que quisieran, que nunca nadie se iba a enterar”, escribió el periodista financiero de la revista Vanity Fair Michael Lewis.
Bloomberg ha revisado las estadísticas del Banco de Pagos Internacionales y calculó que los bancos alemanes han prestado la asombrosa cantidad de 704 mil millones de dólares a Grecia, Irlanda, Italia, Portugal y España hasta diciembre de 2009. Dos de los mayores bancos privados de Alemania, el Commerbank y el Deustche Bank, prestaron 201 mil millones de dólares a Grecia, Irlanda, Italia, Portugal y España, según cifras recogidas por BusinessIsider. Y BNP Paribas y Crédit Agricole de Francia habían prestado 477 mil millones de dólares a Grecia, Irlanda, Italia, Portugal y España.
Hay un paralelismo entre el préstamo de dinero barato y la reciente crisis de las hipotecas sub-prime en Estados Unidos.
En un libro reciente de Laura Gottesdiener, A Dream Foreclosed: Black America and the Fight for a Place to Call Home, explica que hace 30 años los afroamericanos no pedían dinero prestado para la compra de una casa por la existencia de una líneas rojas establecidas por los bancos, mediante las cuales no se prestaba en determinados barrios, incluso si los prestatarios tenían un buen empleo y cierta solvencia.
Hoy en día, el establecimiento de estas líneas rojas es ilegal, pero ha sucedido lo contrario. En la década de 1990 se han concedido préstamos a personas de bajos recursos por el 100% del valor de la vivienda, prácticamente sin ninguna garantía.
“El mercado estadounidense de las hipotecas era un mercado de color. Ya no se concedía dinero para hipotecas a los estadounidenses blancos y los bancos necesitaban nuevos consumidores, por lo tanto se movieron hacia un mercado minoritario. Pero no concedían préstamos convencionales, fueron préstamos tremendamente explotadores”, dijo Gottesdierner en la revista Corporate Crime Reporter.
Sabemos que la crisis de las hipotecas sub-prime estalló en 2008 y casi arrasa toda la economía mundial.
Lo que pasó después de la creación del euro fue algo muy similar. El Gobierno griego tiene hoy en día una enorme deuda con Alemania y Francia, no sólo porque pidieron dinero prestado para proyectos innecesarios, sino también porque los banqueros les incitaron a pedir dinero que nunca serían aprobados en circunstancias normales.
Como ha dicho Stiglitz, estos bancos alemanes y franceses han tenido que ser rescatados. Un estudio de ATTAC Austria mostró que el 77% de los 207 mil millones de euros del rescate griego fueron a parar al sector financiero y no a las personas.
El difícil predecir lo que votarán los griegos el próximo domingo sobre las medidas de austeridad de la Unión Europea, pero es hora de investigar lo que han hecho los banqueros, responsables de la crisis en la Eurozona, por lo que debieran responder.
Pero los banqueros no son los únicos. También son responsables los burócratas de la Unión Europea y los políticos que promovieron la idea de que el libre mercado para los servicios financieros actuaría en beneficio de todos. Y no menos importante, debe haber un debate serio sobre cómo revertir muchas de las políticas que se aprobaron para crear el mercado único europeo de los servicios financieros.
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Pratap Chatterjee es autor de dos libros sobre la guerra contra el terror: Halliburton’s Army: How a Well-Connected Texas Oil Company Revolutionized the Way America Makes War e Iraq, Inc. (Seven Stories Press, 2004). El Director ejecutivo de CoprWatch y miembro de la Junta directiva de Amnistía Internacional Estados Unidos y de Corporate Europe Observatory.
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