Por Michael Bywater, sábado, 19 de marzo de 2011
La misma palabra “nuclear” nos hechiza. El misterioso resplandor azul del núcleo del reactor es del color de las pesadillas y las migrañas. Sepultado por los hombres, deshumanizado en el interior de una coraza, manipulando las pequeñas barras con gruesos guantes de acero y garras robóticas, mirando a través de un grueso cristal de plomo. Nubes radiactivas: ¿inocentes? ¿Mortales? ¿Cómo lo podemos saber? Estanques de enfriamiento, pilas de combustible… pero esto nunca lo vemos. Me viene a la mente William Blake:
“El gusano invisible/ que vuelve en la noche./Tormenta de aullidos. Heraldos terribles: olor a ozono, sabor metálico en la boca, una debilidad repentina, cansancio”.
El plutonio, más brillante que el sol. Recipientes de acero inoxidable de un metro de espesor: todo lo que se necesita para contener al ser salvaje del interior, terrible, no sólo letal, sino que de alguna manera posee una intención diabólica de muerte. […] Una muerte terrible que parece salida de una historieta de terror.
La energía nuclear se encuentra de continuo pendiendo de un hilo de la catástrofe intencional. Hablar de un reactor inocente no es más que una pose, que se cae en un instante tras una nube en forma de hongo. Cualquier persona que trate de contener a este monstruo debe estar loca, delirante. Puede haber un flash terrible, cuestión de microsegundos, y ver nuestros huesos a través de la mano y el mundo se acaba. Como un nuevo Frankenstein, el hombre nuclear es el nuevo Prometeo, una intromisión en la materia invisible del Universo. El hombre nuclear intenta doblegar la mano de Dios para sus fines humanos, pero Dios no puede ser burlado y de nuestra arrogancia seguirá una némesis divina.
Y mira por donde, el norte de Japón ha sido devastado por un terremoto situado en el límite máximo de la medición de esta magnitud en la escala Richter: 10 veces más destructivo que un terremoto con una probabilidad de uno en 1000 años (con una fuerza 8), que es lo que los japoneses utilizan como modelo. Millares de personas han muerto. Más morirán, sin medicamentos, sin combustible para la calefacción, y la nieve sigue cayendo. La economía de alta tecnología electrónica de la provincia de Fukushima ha recibido un golpe terrible ¿Y de qué hemos oído hablar? De la energía nuclear. De explosiones. Isótopos. Cáncer, monstruos y de un resplandor verde por la noche.
Desde blogueros, comentarios, en medios de comunicación, las víctimas de la última semana parecen haber sido producidas por una catástrofe nuclear. Sin embargo, el número de víctimas (sin confirmar) atribuibles a los problema de la central de Fukushima Daiichi representan menos de una décima del total porcentual. Japón no ha tenido un desastre nuclear. Japón ha sufrido un terremoto seguido de un tsunami de grandes proporciones.
Durante algunos años trabajé con una de las principales empresas de investigación del mundo en materia de accidentes, la empresa escocesa de Kelvin TOP-SET – el nombre debe ser un mnemónico para recordar los factores que deben considerarse en cualquier investigación. Aprendí la metodología de investigación en ingeniería, en el transporte marítimo, en la aviación, en la salud, en la industria petroquímica, en los explosivos: averiguar todo lo relacionado con aquello que ha salido mal, y lo más importante, cómo llegar a las causas del incidente. Sólo de esta manera se puede evitar que ocurran hechos similares en el futuro.
Casi siempre, las causas de los accidentes con las mismas: factores humanos y organizativos. Una empresa que no renueva sus instalaciones, que escatima en el mantenimiento, que no forma a su personal, todo esto hace que los procedimientos de seguridad no funcionen correctamente. David Ramsay, director general de Kelvin TOP-SET, acuñó la frase que puede aplicarse incluso a las empresas que parecen estar aparentemente bien dirigidas: “ la roya de la organización”. Al principio todo está en su lugar, pero al cabo del tiempo las cosas empiezan a desplazarse de un modo imperceptible. Y al cabo de un tiempo ya no se cumplen las normas de seguridad. Entonces es cuando las cosas van mal. Y a veces el mal es un terremoto de fuerza 9 y un tsunami.
Dice Ramsay “que todos los accidentes tienen sus raíces, no en la tecnología o factores ambientales, como por ejemplo un terremoto, sino en las personas y la organización”. Se toman decisiones a alto nivel, teniendo en cuanta las cosas que pueden ir mal. Sin embargo, “se espera que la construcción de plantas nucleares en las zonas sísmicas tengan un nivel de fiabilidad que, simplemente, no es posible”. Se pueden construir modelos estadísticos, pero eso no impide una catástrofe. Y como la Lotería, no existe un patrón predecible. “Así que en cierto modo, las estadísticas no tienen sentido, sobre todo cuando está en juego un accidente catastrófico”.
Para saber lo que realmente salió mal en Fukushima Daiichi hace falta una escala mayor, una investigación adecuada, ver las causas de raíz. (…) Yo diría que la Industria Nuclear tiene una tendencia a favor de su exhaustiva recogida de información y el empleo de investigaciones rigurosas.
Pero a primera vista, parece que las causas subyacentes de los problemas en Fukushima Daiichi no tienen nada que ver con lo nuclear. Tiene que ver con las bombas de agua, obsoletas. Las bombas de agua estaban situadas demasiado bajas como para que no se inundasen. Las bombas móviles no pudieron llegar debido a que la carreta estaba cortada por los escombros. De ahí deriva todo lo demás.
Y sin embargo, nos centramos en el aspecto nuclear. Alguien preguntó: ¿Podemos confiar en la energía nuclear de nuevo?, como si no hubiera una agencia llamada Agencia de la Energía Nuclear, que ha actuado de forma indigna, irresponsable y peligrosa. El periodista llegó a decir: “Japón se enfrenta a una evacuación de Tokio y todo el área metropolitana (y continúa) ¿Qué es un milisievert? No recuerdo haber oído esa palabra antes. -Una unidad de medida de la radiación, compatible con la vida o no”. Es decir, nunca ha oído hablar de un milisievert, haciéndonos desconfiar de la cualificación de su autor, pero se permite un macabro rastreo, que describe muy bien nuestra actitud hacia las cuestiones nucleares.
Pero la verdad no tiene nada que ver cuando se trata de respuestas tan atávicas. Se puede argumentar si la energía nuclear es limpia, eficiente y segura. Se puede añadir que, dejando de lado las consecuencias medioambientales, el carbón, el petróleo y el gas se cobran más vidas y destruyen más nuestra salud. También me gustaría añadir que la energía nuclear es también, si tienes la suerte de verlo de cerca, extraordinariamente hermosa, La ingeniería y la ciencia son tan hermosas y elegantes como una sinfonía de Mozart. Más que eso, la mezcla de óxidos (MOX) de los reactores, por ejemplo como el combustible presente en Fukushima Daiichi 3, quema el plutonio de las armas nucleares. Y eso es algo de una escalofriante elegancia moral: convertir espadas en rejas de arado.
Pero la Industria Nuclear nunca te dirá esto- La Industria Nuclear nunca dice nada. Eso forma parte de su sensibilidad política, en parte debido a la ignorancia de la gente y sus sospechas [¿cómo si no hubiera otra forma de informar a la gente, si no es confundiéndoles?] Y en parte porque cuando se cometen errores, el coste, incluso desde el punto de vista económico, es enorme. Personalmente, caminaba en torno a un gran proyecto nuclear, pero se terminó cuando alguien dijo que posiblemente se pudiese irradiar una gran parte del norte de Europa. 1 billón de dólares se perdieron allí, y la noticia nunca fue conocida. Pero a veces merece la pena estar con los labios cerrados.
Las imágenes de la energía nuclear: ese es el problema. Se crea temor e incomprensión en la misma medida: la muerte invisible. Esterilidad. Cáncer. Mutaciones, Nacimientos deformes. Nubes radiactivas y nubes en forma de hongo, en el mismo continuo. Un silencio profundo y cerrado, en las profundidades nucleares, y un murmullo inaudible de la música de las esferas, en las que brillan residuos radiactivos vitrificados en grandes bloques por todos los tiempo… Es la iconografía del Apocalipsis, del fin del mundo, de una ciencia-ficción de tebeo. No es de extrañar que se ceben a la mínima oportunidad.
Hace algunos años me llevaron a la central nuclear de Fukushima Daiichi para ver el reactor Nº3, diseñado por General Electric y suministrado por Toshiba. Tenía entonces 10 años. De eso hace 33. Un reactor construido hoy en día en una criatura muy diferente. Se va contra la energía nuclear por un acontecimiento que es improbable que suceda en un milenio, dañando a reactores de la tercera edad, publicando un sinfín de historias, ignorando la difícil situación mucho más grave de los japoneses desposeídos por la monstruosa naturaleza. Todo esto resulta muy tonto.
Se necesita una mayor apertura de los administradores nucleares y de los políticos: es una energía por la que merece la pena luchar. Quizás así entendamos más la belleza de la energía nuclear y nos parezca menos terrible, y nos demos cuenta de los grandes beneficios que puede aportar a la Humanidad.