El documentalista del 11-S
Kurt Sonnenfeld trabajaba para el gobierno de Estados Unidos y ahora está exiliado en Argentina. Su relato difiere del oficial.
Por Lorena Tapia Garzón (*) | 11.09.2010 |
Nueve años después de los ataques a las Torres Gemelas, algunas versiones sobre las verdaderas razones detrás de la tragedia siguen generando dudas alrededor de la difundida oficialmente. Como el relato de Kurt Sonnenfeld, quien fue el único camarógrafo autorizado por el gobierno de Estados Unidos para filmar y documentar la zona del desastre. Un trabajo que le llevó cinco semanas, y que con el tiempo lo obligó a exiliarse en la Argentina.
El testimonio de Kurt, por caso, difiere de la versión oficial de los atentados. Y por eso, dice en diálogo con Perfil.com, recibió numerosos «hostigamientos» por parte del gobierno de Estados Unidos y hasta fue apresado en dos oportunidades por «la persecusión política» de la que asegura ser víctima. Por eso se instaló en la Argentina en 2004, donde se casó con Paula Durán y tuvo dos hijas. Desde entonces, no deja de pedir el asilo político y asegura que lo siguen hostigando.
Kurt trabajaba para la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés) del gobierno estadounidense cuando fue convocado para documentar la Zona Cero, donde cayeron las Torres Gemelas, apenas sucedió la tragedia. El vivía en el Estado de Colorado y, según su relato, su jefe lo llamó para viajar a Nueva York a trabajar en este asunto cuando recién había impactado el primer avión en una de las torres. «Todavía la televisión hablaba de un accidente; nada hacía suponer que sea un ataque terrorista. En mi Estado hay dos horas de diferencia con Nueva York, o sea que cuando fue lo de las torres eran recién las 6 de la mañana en Colorado, pero él ya estaba de pie, en su oficina, listo para llamar a la gente a trabajar», contó Kurt a Perfil.com. Ese fue el primer indicio que le llamó la atención a Kurt.
Una vez en la zona del desastre, Kurt notó que, si bien la prensa tenía prohibido entrar al lugar a tomar imágenes, porque «había que preservar el lugar del crimen», en el lugar había personal limpiando y removiendo los escombros y las posibles evidencias. Además, dice, cuando él llegó ya habían numerosos oficiales de «distintas agencias del FBI» trabajando, como si ya hubiesen estado convocados desde antes. Al indagar, supo que efectivamente se encontraban en Nueva York desde hace días, para participar de un simulacro de atentado terrorista que iba a hacerse el 12 de septiembre de 2001. Es decir, un día después del ataque a las Torres.
Pero eso no es todo. Siguiendo el relato de Kurt, él vio y tomó imágenes de conteiners cargados de elementos de los aviones, como gomas de caucho y asientos, pero nunca aparecieron las cajas negras porque, según el reporte del gobierno, se desintegraron. «¿Se desintegraron las cajas negras y subsistieron otros elementos que tienen menos resistencia a la temperatura?», se pregunta Paula, durante la entrevista.
Uno de los hechos que más llamó la atención de Kurt, según cuenta, fue que además de las dos torres que cayeron ese día por el choque de los aviones, cayó una tercera torre, acontecimiento que casi no trascendió. Según Kurt, ese edificio, conocido como edificio Siete, cayó «perfectamente, como una implosión», nueve horas después de que los aviones impactaran contra las Torres Gemelas. Y lo hizo, siguiendo su relato, en tan solo 6,5 segundos, es decir, «medio segundo más de lo que hubiera necesitado una piedra para pegar el piso si se la hubiera dejado caer al vacío desde el techo de ese mismo edificio».
Este hecho, dice Kurt, es al menos sospechoso, ya que no fue alcanzado por ningún avión, ni colapsado por las Torres en su caída. «Después del 11 de septiembre, se descubrió que, oculta en el edificio Siete, se encontraba la estación clandestina más grande de la CIA fuera de Washington DC, una base de operaciones para espiar a los diplomáticos de las Naciones Unidas y para conducir misiones antiterroristas y de contraespionaje», asegura el ex camarógrafo del gobierno estadounidense.
Según su relato, el edificio no tenía ni estacionamiento subterráneo ni bóveda, por eso las agencias federales del edificio Siete guardaban sus vehículos, documentos y evidencia en el edificio de sus asociados al otro lado de la calle, en el edificio de la Aduana. La Aduana también se conocía como edificio Seis y, cuenta Kurt, tenía una bóveda subterránea, que la compartía con las otras agencias del gobierno. «Una Fuerza Especial y yo descendimos a investigar el área y fuimos los primeros en ingresar. Y finalmente encontramos un camino hacia la entrada subterránea del edificio Seis. Fue allí donde descubrimos la antecámara de seguridad a la bóveda y al fondo de la oficina de seguridad estaba la ancha puerta de metal de la bóveda, y en la pared de al lado, un teclado numérico para ingresar la combinación. La pesada puerta metálica estaba parcialmente abierta. Así que miramos dentro de la gran bóveda con nuestras linternas y salvo varias hileras de estantes vacíos, no había nada», cuenta Kurt.
Este hecho, para Kurt, es «increíble». ¿Por qué? Porque esa bóveda no pudo haber sido vaciada cuando ese edificio fue evacuado, 12 minutos después de que el primer avión se estrellara contra la primera de las torres. No sólo por el tiempo, sino porque se hubiesen necesitado «más de un camión entero para retirar tan variado y sensible contenido». O sea, «la bóveda tuvo que ser vaciada antes del ataque».
Los indicios que hicieron dudar a Kurt son muchos más, y los cuenta a todos en su libro «El perseguido», de la editorial Planeta. Además, todavía tiene en su poder las imágenes originales de la Zona Cero, lugar que documentó durante cinco semanas y a las que Perfil.com tuvo acceso (ver video adjunto). Desde entonces, dice, su vida no fue más que una pesadilla.
Al poco tiempo de la tragedia, su primera esposa, Nancy, se suicidó de un disparo. La justicia lo detuvo para investigarlo. Pero luego declaró su inocencia gracias «a las numerosas pruebas y testimonios de vecinos y amigos». Sin embargo, siguió en prisión por cuatro meses más, cuenta. Y hasta dice haber sido cruelmente torturado. Al tiempo de haber sido liberado, Kurt viajó a la Argentina, «por cuatro o cinco semanas», con el sólo propósito de pasear. Conoció a Paula, y decidió quedarse.
«Ya no tenía trabajo ni nada que me ate a Estados Unidos, así que decidí empezar una nueva vida», cuenta. Luego, cuando Paula estaba embarazada de las nenas (mellizas), Kurt fue detenido por una orden de Interpol. ¿El motivo? El homicidio de su esposa. «Usaron documentos fraudulentos, mentiras. Yo entré a la Argentina con mi pasaporte, mis tarjetas de crédito, como un hombre libre, y de pronto, cuando pacté mi primera entrevista en la televisión, y cuando por primera vez iba a mostrar las imágenes inéditas que yo tenía, me detienen», cuenta.
Finalmente, fue liberado. Y aunque se encuentra como refugiado en el país, busca, mediante firmas, obtener el asilo político. «El Estado de Colorado tiene pena de muerte. Y yo se que si lo extraditan, a Kurt lo van a matar. Queremos preservar su vida, y la de mis hijas», dice Paula, conmocionada.
Fuente: Perfil.com