Nuestro hombre en Bilderberg: una mención a Sylvester McCoy y comienza la función


Entrega 3

Uno se da cuenta de que el día ha ido de mal en peor cuando termina con un grito en un cuartel de la Policía griega.

No era mi intención terminar de esta manera, ni mucho menos. Había ido a dar un apacible paseo al atardecer cerca del hotel Bilderberg para relajarme antes del comienzo del guateque de la elite globalista, ver a Febo sumergirse de cabeza en el mar y quizás también sacar un par de fotos del montaje que a ritmo creciente se va organizando.

Otro del Club en 2009: Gallardón.

Tomo una foto de la bahía frente a las puertas del hotel para lentamente girarme e intentar unas instantáneas de la guardia armada que charlaba, cuando un oficial con traje de civil hizo footing a través del camino y se me enfrentó.

_ Fotos no

_ ¿De la mar?

_ ¡Deme la cámara!

_ No le entiendo.

_ Pasaporte

_ Tengo mi tarjeta Oyster

_ Pasaporte

_ ¿Y el permiso de conducir?

Coge mi permiso, mientras que un grupo de policías murmuran en griego acerca de la amenaza que supongo para el buen funcionamiento de Bilderberg.

_ ¿Qué es esto? – me pregunta uno de la milicia local. Coge mi cuaderno y lo abre al azar- ¿Qué está escribiendo? ¿Qué dice aquí?

Bernardino León

Se lo leo en voz alta: “ » Digo que ya hemos tenido un Doctor Femenino, pero Sylvester McCoy pone grietas en el techo de cristal. »

_ ¿Quién es este Syl…Syl…? ¿Un amigo tuyo? Me lo quedo.

Pienso en decirle que Sylvester McCoy es un luchador por la libertad, un notable antiglobalista, que quiere conducir a la gente hacia una rebelión contra el orden del día que fijan los del Club, Pero le digo:

_ No es nada, ¿puede darme mi libro?

Un duende en mi cerebro le dice a la mano que saque la cámara y tome una foto. Pues hago un clic y se oye un zumbido. En ese momento es una hermosa noche de mayo en la Riviera de Atenas, y va a dar comienzo una de las etapas más convulsas de mi vida.

_ ¡Qué fotos no!

_ ¡Sólo una!

_ ¡Fotografías, no!

Isidre Fainé

Mas vino el hombre de la ametralladora. Mas vino con el espejo especial con mango para ver las bombas en los bajos. Es la primera vez en mi vida, espero que sea la última, que era intimidado por un espejo con mango. Hace círculos a mi alrededor. Uno de ellos, con la mano en la pistola, me pincha en el hombro y me dice:

_ Deme la cámara. ¡Sólo dele la cámara! ¡Vamos a borrar las fotos, eliminar las fotos!

Pero doy un tirón a la cámara y la devuelvo al bolso.

_ ¡Suba al coche!¡Métase en el coche!

Estaba a punto de entrar en el auto, pero en su lugar dije:

_ Ustedes tienen una ametralladora, me están gritando y no entiendo por qué, ¿por qué tomé una fotografía? Es un poco extraño. ¿Qué está pasando aquí?

Uno de los policías, más agradable, con un cierto parecido con un tipo de la serie la Ley de los Ángeles, me lleva aparte:

_ Viene gente muy importante. Muy importante. Así que no se hacen fotos. Métase en el coche que vamos a hacer una consulta de sus datos y luego se podrá ir.
Me quejé, pues podían consultar por teléfono hablando con la comisaría de policía y así comprobar que no era buscado en tres continentes por actos de terror. Pero tuve que meterme en el cohe, me obligaron a ello.

Me llevaron a la Comisaría de Policía. Otros automóviles nos seguían. En el cuartel salieron funcionarios de todas partes: habían olfateado un incidente. Me rodeaba al menos una docena. Un coro griego levantó la voz:

_ ¡Deme la cámara! Eliminaremos las fotos ¿Me entiende?

Mis manos comenzaron a temblar cuando escribí el nombre de mi padre para que ellos buscasen sus datos en el ordenador. Sacaron una sonrisita y le oí pronunciar el nombre de Melvyn.

Otro policía me sonrió:

_ Eliminamos las fotos y se puede ir, sin problemas.

Se parecía al primo de Christina Aguilera y me quedé prendado de su sonrisa. Casi le doy la cámara. Entendí entonces lo del policía bueno y lo del policía malo. Así que mantuve mi cámara en mi bolso. Le devolví la sonrisa:

_ Sólo quiero que me diga en qué he violado la ley y si es así arrésteme.

Aquello sonaba a cliché de manifestante. Oh, Dios, soy un manifestante. ¿Cuáles seráin mis derechos?

_ O me facturan o me liberan.

Me senté en silencio, puse las manos en el regazo, sonreí a Christina. Les ganaba la partida.

De repente oigo por parte del sargento:

_ Se puede ir.

Y me fui, con mi cámara, con mi foto. Era libre. Era el final de El expreso de medianoche. Quise levantar el puño en alto, pero me sentía mal y quería dormir.
Me dormí. Ya de mañana, el sentimiento más fuerte, después de tomarme una rebanada de bizcocho para el desayuno, era que yo había empezado el problema. Yo me había enfrentado a ellos a pesar de las advertencias. Allí había gente muy importante y no se permitía ningún error. Habían sido preparados para la confrontación y mi foto había echo saltar la chispa. Gente muy importante. Nada de fotografías.

Y entonces me di cuenta: no había fotos. No había ni un sólo miembro de la prensa. Ni una cámara Newshound en su trípode. Nada. Nadie para informar de lo que ocurría aquí. Nada de lo que informar.

Sacado de un comentario hecho en un diario: Para Olivampo: La explicación más plausible a la forma de actuar de "El País" es, para mí, la siguiente: Juan Luís Cebrián, "factotum" de dicho diario, según Daniel Estulin acude regularmente a las reuniones del "Club Bilderberg", al cual pertenecen los impulsores del Nuevo Orden Mundial y, por ello, de la campaña de la gripe A como pandemia. Nos quieren atemorizar para dominarnos.

Las limusinas habían empezado a llegar: nada de lo que informar.

Se ha cerrado el acceso a la península entera: nada de lo que informar.

Bloqueos de carreteras, ametralladoras: nada de lo que informar.

Esta es la 57ª reunión del Club Bilderberg: nada de lo que informar.

Susan Boyle levanta las cejas: vaya, algo de lo que informar.

Charlie Skelton seguirá mandando reportajes regulares desde Atenas, a pesar de haber sido advertido y quizás no lo pueda hacer la próxima vez.

guardian.co.uk, Friday 15 May 2009 10.58 BST

Charlie Skelton