¿Debieran abolirse los Juegos Olímpicos?

Por David Macaray, 5 de julio de 2012

Dissident Voice

Tzantza

 Los primeros Juegos Olímpicos modernos, con el COI ( Comité Olímpico Internacional) dirigiendo el cotarro, se celebraron en Atenas, Grecia, en 1896. Estuvieron representados 14 países, con un total de 241 atletas compitiendo. 112 años después, en los Juegos Olímpicos de 2008, celebrados en Beijing, China, estuvieron representados 204 países, con unos 11.000 atletas compitiendo.

Esa cantidad, 204 países es algo que me confunde, porque confieso que pensé que había sólo 196 países en todo el mundo, sin contar el Vaticano ( pero incluyendo el sur de Sudán, que se convirtió en país independiente el 9 de julio de 2011). De hecho siempre he repetido la cifra de 196 países, tanto en conversaciones como en lo escrito, y nunca me habían cuestionado esa cantidad.

Incluso si el Vaticano hubiese conseguido de alguna manera la aprobación del COI para competir en Beijing ( después de haber enviado, tal vez, un equipo de relevos formado por cardenales y obispos), el número sería de 197. A pesar de ser muy conscientes del ingenio chino, ¿cómo se las arreglaron para elevar la cifra de países a 204? Esto es algo que todavía no está claro, pero estoy seguro de que hay explicaciones razonables para ello.

Números aparte, hablemos de los Juegos Olímpicos en sí mismos. El objetivo de los Juegos Olímpicos era, originalmente, el de promover la buena voluntad y armonía a través de la competencia. Dejar de lado los intereses políticos, eliminar los prejuicios y las barreras sociales, dejar de lado la confrontación entre las naciones, y permitir la creación de un ambiente de respeto mutuo y de comprensión a través de la competición atlética.

Obviamente, este objetivo no se ha logrado. De hecho, un cínico podría decir que incluso ha sido al revés. Desde 1896 se han producido dos grandes guerras mundiales, se han lanzado bombas atómicas, se han producido genocidios y aniquilaciones sistemáticas, decenas de otras guerras “menores”, así como cientos de incursiones militares e intervenciones. Como consecuencia: una auténtica carnicería.

Incluso el siglo posterior a la restauración de los Juegos Olímpicos puede considerarse como el más violenta de toda la Historia. Así que si la paz y la buena armonía eran los objetivos deseados, en este sentido los Juegos Olímpicos han fracasado por completo. Esto le hace a uno preguntarse si el que creyó que iban a ser un catalizador para la paz mundial no era otra que un tremendo ingenuo.

Geográficamente han cambiado mucho. Mientras que los Juegos Olímpicos podían tener sentido cuando se tardaba dos o tres semanas en cruzar el Atlántico, con los viajes en avión y el ciberespacio, el mundo ha cambiado radicalmente. Cualquier persona que desee contactar con un ciudadano extranjero sólo tiene que encender el ordenador. Esto es la magia de Internet, que le puede transportar a una cultura extranjera con sólo pulsar unas teclas ( y en unos pocos segundos acceder a su pornografía).

Por otro lado está el dinero. Prácticamente todos los países que han organizado unos Juegos Olímpicos han contraído deudas. El coste de organizar algo así es enorme. Y esa vieja y gastada discusión de que una celebración de los Juegos Olímpicos hacen que un país adquiera  más prestigio es pura propaganda, y los que afirman que los Juegos ayudan a la economía local no sólo es un engaño, sino una broma cruel.

¡Madrid olímpico, 2020!

 Se habla de hoteles, restaurantes, servicios de taxi con grandes beneficios, pero al resto de la población se deja en la estacada. The New York Times informaba que con motivo de la preparación de los Juegos Olímpicos de 2016 en Río de Janeiro, se van arrasar varios barrios, desplazando a miles de personas pobres, todo en aras de aumentar el “prestigio” nacional.

Hablando de dinero, la NBC gastó enormes cantidades. No sólo ha desembolsado una suma de 2 mil millones en concepto de derechos para la retransmisión de los Juegos Olímpicos de Invierno y los Juegos de Londres 2012, sino que habría pagado 4,4 mil millones de dólares por los próximos Juegos Olímpicos de Invierno y los Juegos de Río de Janeiro 2016, y los Juegos de Invierno 2018 y Juegos de Verano 2020. Por supuesto, el resultado de tan enorme gasto será una verdadera avalancha de publicidad en la televisión. ¿ De qué otra forma se puede recuperar el dinero invertido?

Los Juegos Olímpicos se han convertido en un anacronismo de enormes dimensiones. Los que se quejan de que los echarían en falta deben saber que pueden ver atletismo, que hay gimnasia, natación en cualquier momento que lo deseen en las escuelas y universidades. Pero estos eventos atraen a multitudes minúsculas. ¿Por qué? Porque sin la publicidad engañosa y el alboroto de los Juegos Olímpicos a nadie le importarían.

David Macaray, dramaturgo de Los Ángeles y autor de “Nunca ha sido fácil: ensayo sobre el trabajo moderno”, fue un representante sindical. Se pueden poner en contacto con él en: dmacaray@earthlink.net . Lea otros artículos de David.

Fuente del artículo: http://dissidentvoice.org/2012/07/should-we-abolish-the-olympics/