Título original: Egipto, Movimientos sociales, la CIA y el Mossad
por James Petras / 16 de febrero de 2011
Las limitaciones de los Movimientos Sociales
Los movimientos sociales que forzaron la marcha de Mubarak revelan tanto la fuerza como las debilidades de estos levantamientos espontáneos. Por una parte, los movimientos sociales demostraron su capacidad de movilizar a cientos de miles de personas, si no millones, en una lucha sostenida de forma acertada que culminó con el derrocamiento del dictador, de un modo que los partidos preexistentes de la oposición y los líderes fueron incapaces o no dispuestos a hacerlo.
Por otra parte, careciendo de cualquier dirección política a nivel nacional, los movimientos sociales no fueron capaces de tomar el poder político para hacer cumplir sus peticiones, permitiendo que el alto mando militar de Mubarak tomase el poder y controlase el proceso “post-Mubarak”, asegurando la continuidad de la subordinación de Egipto a los Estados Unidos, protegiendo la ilícita riqueza del clan Mubarak ( cifrada en 70.000 millones de dólares), los privilegios de la elite militar y la protección de las clases altas. Los millones de personas movilizadas por los movimientos sociales para derrocar la dictadura fueron excluidas por la nueva junta militar “revolucionaria”, que define las instituciones políticas, pero sin mencionar las reformas socieconómicas que deben hacerse para satisfacer las necesidades más elementales de la población ( el 40% vive con menos de 2 dólares al día, el desempleo juvenil alcanza al 30% de la población).
Egipto, como en el caso de las revueltas estudiantiles y otros movimientos sociales populares contra las dictaduras de Corea del Sur, Taiwán, Filipinas e Indonesia, demuestra la carencia de una organización política a nivel nacional que permita que personalidades de la oposición neoliberal y de partidos conservadores sustituyan al régimen. Se establece un régimen electoral que sigue sirviendo a los intereses imperiales y depende y defiende a un aparato estatal existente. En algunos casos sustituyen a viejos capitalistas o otros nuevos.
No resulta sorprendente que los medios de comunicación elogien la naturaleza “espontánea” de las luchas ( no de las demandas socieconómicas) y ven favorable el papel de los militares (sin tener en cuenta los 30 años en que ha sido baluarte de la Dictadura). Se elogia a las masas por su heroísmo, a la juventud por su idealismo, pero nunca se les propone como actores políticos centrales en el nuevo régimen. Una vez que la Dictadura ha caído, los militares y la oposición, celebraron el éxito de la revolución, enseguida se movieron para frenar las movilizaciones y desmontar estas protestas espontáneas, con la finalidad de abrir el camino a las negociaciones entre los políticos neoliberales, Washington y la elite militar dirigente.
Mientras que la Casa Blanca puede tolerar y hasta promover movimientos sociales que expulsen a las dictaduras ( a las que sacrifican), sin embargo su intención es conservar igual el estado de las cosas. En el caso de Egipto, el aliado principal del imperialismo estadounidense no era Mubarak, sino los militares, con quienes Washington colaboraba de forma constante, antes, durante y después de la destitución de Mubarak, asegurando que la “transición” hacia la democracia (sic) garantice la subordinación de Egipto a la política e intereses de Estados Unidos e Israel en Oriente Medio.
La Rebelión del pueblo: un fracaso de la CIA y el Mossad
La rebelión árabe demuestra otra vez que se han producido fracasos estratégicos por parte de la policía secreta, las fuerzas especiales y las agencias de inteligencia del aparato estatal estadounidense y de Israel, para tratar de impedir el éxito de las movilizaciones y de influir en la política de los gobernantes.
La imagen que la mayor parte de escritores, académicos y periodistas dan es la de un Mossad israelí y una CIA ineptas para reconocer el alcance, la profundidad y la intensidad del movimiento para expulsar a Mubarak del poder. El Mossad, orgullo y alegría de los productores de Hollywood, presentado siempre como un modelo de eficacia por sus partidarios sionistas, no han sido capaces de descubrir la importancia de un movimiento de masas en el país de al lado. El primer ministro israelí Netanyahu estaba impresionado ( y consternado) por la situación precaria de Mubarak y el colapso del cliente árabe más importante – debido a la ineficacia del Mossad. Del mismo modo, Washington no fue informado por las 27 agencias de inteligencia estadounidenses y el Pentágono, con sus cientos de miles de obreros a sueldo y un presupuesto de miles de millones de dólares, de los levantamientos populares masivos y emergentes.
Hay que hacer varias observaciones teóricas: que los regímenes represivos que reciben mil millones de dólares en ayuda militar estadounidense y con aproximadamente un millón de policías, soldados y fuerzas paramilitares son la mejor garantía de la hegemonía imperial; esto ha demostrado ser falso. El mantenimiento de relaciones a gran escala, durante mucho tiempo con dictaduras, no ofrece las suficiente salvaguardia para los intereses imperiales estadounidenses.
La arrogancia israelí y su presunción de superioridad organizativa, estratégica y política sobre los árabes, ha sido severamente desinflada. El Estado israelí, sus expertos, obreros secretos y académicos de la Liga Ivy, no veían la realidad que se desplegaba ante sus ojos, ignorantes de la profundidad de la desafección e impotentes para prevenir tal oposición del pueblo de su cliente más apreciado. Los publicistas de Israel en los Estados Unidos, que no desaprovechan la mínima oportunidad para destacar la “brillantez” de las fuerzas de seguridad de Israel cuando se mata a un líder árabe en el Líbano o en Dubai, o se bombardea una instalación militar de Siria, se han quedado temporalmente mudos.
La caída de Mubarak y la posible aparición de un gobierno democrático e independiente significaría para Israel perder a su principal aliado. Un gobierno democrático no colaborará con Israel en el mantenimiento del bloqueo a Gaza – palestinos hambrientos para que su voluntad ceda para seguir resistiendo. Israel no podrá contar con un gobierno democrático para apoyar los asentamientos de tierra en Cisjordania y su régimen palestino títere. Tampoco Estados Unidos podrán contar con un Egipto democrático que apoya las intrigas en el Líbano, las guerras de Iraq y Afganistán, las sanciones contra Irán. Además, el movimiento egipcio ha servido de ejemplo para otros movimientos populares contra otras dictaduras clientes de Estados Unidos en Jordania, Yemen y Arabia Saudí. Por todos estos motivos, Washington apoyó la entrada en funciones de la junta militar a fin de que la transición política sea de su gusto y responda a sus intereses imperiales.
El debilitamiento del principal pilar del poder colonial israelí y estadounidense en África del Norte y Oriente Medio, revela el papel esencial de los regímenes que colaborara con el imperialismo. El carácter dictatorial de estos regímenes es el resultado directo del papel que juegan en el mantenimiento de sus intereses imperiales. Y las ayudas militares lo que hacen es corromper y enriquecer a las elites dirigentes, que son en realidad recompensas por su colaboración complaciente de los estados imperiales y coloniales. Considerando la importancia estratégica de la dictadura egipcia, ¿ cómo explicar el fracaso de las agencias de inteligencia estadounidenses e israelíes e prever los levantamientos?
Tanto la CIA como el Mossad trabajaron estrechamente con las agencias de inteligencia egipcias y confiaron en la información que les transmitía: “todo está bajo control”; partidos de la oposición débiles, diezmados por la represión e infiltración, sus militantes languidecen en la cárcel, o sufren “ataques cardíacos” fatales debido a unos interrogatorios algo ásperos. Las elecciones fueron amañadas para elegir a los clientes de Estados Unidos e Israel – ninguna sorpresa democrática en el horizonte inmediato o a medio plazo.
Las agencias de inteligencia egipcias están estrenadas y financiadas por los agentes israelíes y estadounidense y están dispuestas para perseguir a los líderes. Eran tan dóciles en sus informes que complacían plenamente a sus amos, de modo que les dijeron que no había ningún malestar popular, ninguna agitación en la Red. La CIA y el Mossad estaban tan introducidos en el aparato de seguridad de Mubarak que fueron incapaces de obtener cualquier otra información sobre movimientos descentralizados, independientes de la oposición tradicional controlada.
Cuando se produjo el estallido de masas, el Mossad y la CIA contaron con el aparato de Estado de Mubarak para tomar el control, con la típica reacción de enseñar la zanahoria y dar con el palo: concesiones pasajeras simbólicas y empleo del ejército, escuadrones de la muerte y de la policía. Pero como el movimiento fue creciendo desde decenas de miles de personas a cientos de miles, y luego millones, el Mossad y los promotores de Israel en el Congreso de Estados Unidos instaron a Mubarak a aferrarse al poder. La CIA redujo su labor a presentar ante la Casa Blanca los perfiles de los funcionarios militares adeptos y los personajes políticos de transición, flexibles, complacientes para seguir con los pasos de Mubarak. Otra vez la CIA y el Mossad demostraron su dependencia al aparato de Mubarak sobre quién podría ser la alternativa (pro Israel/EE.UU) viable, no haciendo caso de las peticiones del pueblo. La tentativa de cooptar la vieja guardia electoral de las Hermandad Musulmana para que negociase con el vicepresidente Suleiman falló, en parte porque la Hermandad no tenía el control del movimiento de protestas y porque Israel y sus promotores estadounidenses se opusieron. Además, el ala juvenil de la Hermandad presionó para que se retirase de las negociaciones.
El fracaso de la inteligencia complicó a Washington y los esfuerzos de Tel-Aviv para sacrificar el régimen dictatorial, a fin de salvaguardar el aparato estatal: la CIA y el Mossad no tenían lazos con los líderes de los movimientos emergentes. Israel no podía encontrar “una nueva cara” que fuese complaciente con los intereses de la opresión colonial. La CIA estaba completamente involucrada con la policía secreta egipcia en la tortura de sospechosos de terrorismo ( interpretación excepcional) y en la vigilancia de los países árabes colindantes. Por lo tanto, Washington e Israel contemplaron y promovieron la entrada de los militares para frenar la radicalización.
Por último, es fracaso de la CIA y el Mossad para descubrir y prevenir el aumento de las protestas populares, revela las bases precarias del poder imperial y colonial. Lo duradero no son las armas, los mil millones de dólares, la policía secreta, las torturas, no es lo que decide la Historia. Las revoluciones democráticas ocurren cuando una gran mayoría de personas se levantan y dicen basta, toman las calles, paralizan la economía, desmontar el estado unitaria y exigen libertad e instituciones democráticas, sin tutela imperialista ni servilismo colonial.
James Petras, ex profesor de Sociología de la Universidad de Binghamton, Nueva York, lleva 50 años en el asunto de la lucha de clases; es asesor de los Campesinos sin Tierra y sin trabajo en Brasil y Argentina, y coautor de Globalización desenmascarada (Zed Books), siendo su libro más reciente Sionismo, Militarismo y la Decadencia del Poder estadounidense (Clarity Press, 2008). Se le puede escribir a la siguiente dirección: jpetras@binghamton.edu
http://dissidentvoice.org/2011/02/egypt-social-movementsthe-cia-and-mossad/