Por Máximo Sandín, 30 de enero de 2011
Recientemente publicábamos la noticia de que posiblemente se están utilizando bacterias con genoma sintético en el Golfo de México para degradar el petróleo y el gas que se derramó tras el colapso de la plataforma de BP Deepwater Horizon. (http://noticiasdeabajo.wordpress.com/2011/01/23/la-introduccion-de-bacterias-sinteticas-esta-produciendo-mutaciones-en-los-microorganismos-naturales-la-plaga-azul-del-golfo/)
En la noticia, de la que es autor Michael Edward, viene a decir que la utilización de estas bacterias podía estar produciendo una mutación en los microorganismos naturales presentes en las aguas del Golfo, y que incluso esa contaminación podía desplazarse a través de la cadena alimenticia y afectar a otras especies, como los peces, e incluso llegar al hombre.
Puestos en contacto con Máximo Sandín, Bioantropólogo y ex profesor del departamento de Biología en la Universidad Autónoma de Madrid, en la que impartía docencia sobre Evolución Humana y Ecología, nos ha enviado el siguiente texto que reproducimos a continuación. Para obtener información sobre sus puntos de vista se puede visitar su página web, Somos virus y bacterias (http://www.somosbacteriasyvirus.com/) Uno de los aspectos que aclara es que no se trataría de mutaciones lo que están produciendo las bacterias de genoma sintético, sino una transferencia horizontal entre las modificadas genéticamente y las nativas de esas aguas.
“ Creo que algunas (más bien muchas) de las actividades de las empresas de “biotecnología” o “bioingeniería” se están convirtiendo en algo cada día más peligroso porque sus prácticas parecen estar completamente a espaldas de los conocimientos científicos actuales. Sus pretensiones de cambiar “genes” a voluntad o de modificar o interferir en los fenómenos naturales están basadas en una concepción reduccionista, simplificada (desfasada) de estos fenómenos que no tiene en cuenta la enorme complejidad que se está desvelando, tanto en el aspecto genético como ecológico. Los genomas modificados genéticamente son muy inestables debido a la forma de conseguirlos (utilizando virus, elementos móviles o plásmidos), por eso se están produciendo fugas de los genes incorporados a los organismos modificados o transgénicos que producen en los ecosistemas una contaminación biológica permanente, cuyos efectos son imprevisibles. Esto ocurre porque en los suelos existen unas numerosísimas comunidades de bacterias y sus virus asociados, llamados bacteriófagos o “fagos” que cumplen funciones, esenciales para el ecosistema, de purificación del agua, degradación de sustancias tóxicas, reciclado de productos de desecho, producción de CO2, fijación de Nitrógeno para las plantas… Se han contado cuarenta millones de bacterias por gramo de tierra seca (y un millón por mililitro de agua dulce) y quinientos millones de virus por gramo de tierra. Estas comunidades tienen, entre sus funciones, el intercambio de información genética mediante plásmidos y virus, estos últimos implicados en el control de la población bacteriana. Por eso, los genes alterados de los transgénicos pueden pasar a otros organismos del ecosistema, como ha sido repetidamente denunciado por científicos prestigiosos e independientes, aunque no suelen llegar a los medios de comunicación. Pero lo que no se pudo ocultar fue el sonado caso, que se produjo en Estados Unidos en 2009, de la transferencia de los genes de resistencia al herbicida Glifosato de Monsanto de la soja transgénica al Amaranto, considerado una “mala hierba” pero que era sagrado para los pueblos originarios de América. El Amaranto resistente al herbicida arrasó 5000 hectáreas de soja transgénica y dejó otras 50.000 prácticamente inutilizables (una especie de “justicia poética”). El problema es que los “genes de resistencia al herbicida”se han quedado, y se seguirán trasmitiendo por el ecosistema.
Todo esto viene a cuento porque las cifras de las comunidades de bacterias y virus en el mar no son menos espectaculares: se han determinado un millón de bacterias por mililitro y diez millones de virus, aunque para algunos científicos estas cifras son conservadoras. Sus funciones son de igual importancia para los ecosistemas marinos. Están en la base de la pirámide trófica en el control de las poblaciones de microorganismos, en la degradación de la basura del mar, en la fotosíntesis y respiración del mar y el intercambio de CO2 con la atmósfera, incluso contribuyen a la nucleación de las nubes…. Y aquí viene la relación de esta larga introducción con la noticia sobre los métodos para luchar contra el flujo de petróleo en el Golfo de México. Las sospechas de que de hayan estado utilizando bacterias con genoma “sintético” o genéticamente modificadas son muy fundadas si tenemos en cuenta que el megalómano Craig Venter está por medio. En una nota de prensa de 2008 se anuncia que “Craig Venter tiene ya un acuerdo de inversión con la empresa petrolera British Petroleum, a través de otra nueva empresa, Synthetic Genomics Incorporated, para el desarrollo de moléculas artificiales que puedan utilizarse en la generación de biocombustibles o que puedan digerir dióxido de carbono”.(El País 25/01/2008). Lo que se está observando no es que los “microbios sintéticos” produzcan “mutaciones” en los microorganismos naturales, porque ese fenómeno podría considerarse como un problema “local”. El verdadero problema es que lo que se estaría produciendo es la trasferencia horizontal de estos genes modificados entre los microorganismos marinos, y eso sería una “contaminación biológica” permanente del mar cuyos efectos a medio y largo plazo no se pueden predecir, pero con toda seguridad serán un grave peligro para el ecosistema marino en toda su extensión. Supongo que habrá que esperar, pero si mientras tanto no se pone freno a estas actividades enloquecidas acabaremos enfrentándonos a un problema para el que no se pueda encontrar solución.”
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