Por Rupert Sheldrake
(Perspectivas Psicológicas, 1997)
Rupert Sheldrake es un biólogo teórico cuyo libro Una Nueva Ciencia de la Vida: la hiótesis de la causación formativa (Tarcher, 1981) provocó numerosas controversias. Nature lo describió como “el mejor candidato para la quema en la hoguera”, mientras que la revista New Scientist lo calificó como “una importante investigación científica sobre la naturaleza de la diversidad biológica y la realidad física”. Debido a que su trabajo tiene implicaciones en los conceptos desarrollados por Jung, como son el Arquetipo y el Inconsciente colectivo, hemos invitado a que Sheldrake exponga sus puntos de vista en cuatro artículo que irán apareciendo de manera sucesiva en las revista Perspectivas Psicológicas. Estos artículos suponen una actualización de la conferencia que dio en mayo de 1986, “Resonancia mórfica e inconsciente colectivo”, en el Instituto de Relaciones Humanas de Santa Bárbara.
La alegoría del televisor
Las diferencias y conexiones entre estas dos formas de herencia son más fáciles de entender si tenemos en cuenta la analogía del televisor. Piense en las imágenes que aparecen en la pantalla del televisor como la forma que nos interesa. Quizás no sepa como surgieron esas formas, pero quizás la explicación más obvia es que algunas personas estén dentro de la pantalla. A veces los niños piensan de esta manera. Pero si usted mira en el interior se dará cuenta de que no hay tales personas pequeñas. Entonces es posible que sea algo más sutil, que quizás esas pequeñas personas sean microscópicas y se encuentran en el interior de los cables del televisor. Pero si observa los cables con un microscopio, tampoco encontrará seres en miniatura en ese lugar.
Quizás sea algo todavía más sutil y proponga que las personas que aparecen en la pantalla surgen de “interacciones complejas entre las distintas partes del sistema, algo que todavía no se ha esclarecido completamente”. Podría pensar que esta teoría se podría comprobar si quita algunos de los componentes del aparato. Ya no aparecerían las personas en la pantalla. Si coloca de nuevo esos componentes, las personas reaparecen. Esto podría considerarse una prueba convincente de que todo se debe a las interacciones internas.
Supongamos que alguien sugiere que esas imágenes de personas en miniatura vienen del exterior, y que el conjunto recoge esas imágenes como consecuencia de unas vibraciones invisibles con las que el aparato se encuentra en sintonía. Esto quizás le suene como algo muy oculto y místico. Es posible entonces que niegue que algo esté entrando en el aparato. Incluso lo podría demostrar pesando el televisor estando encendido y apagado: pesarían lo mismo. Por lo tanto, se puede concluir que nada está entrando en el aparato.
Algo parecido ocurre con la Biología moderna al tratar de explicar todo en términos de lo que sucede en el interior. Las explicaciones de por qué la forma se buscan en el interior, de modo que las explicaciones son cada vez más ambiguas, atribuyéndolas a sutiles y complejas interacciones, algo que siempre escapa a nuestras investigaciones. Cuando en realidad las formas y patrones de comportamiento se producen por una sintonía mediante conexiones invisibles con algo que está fuera del organismo. El desarrollo de la forma sería el resultado tanto de la organización interna del organismo como la interacción con los campos mórficos con los que sintoniza.
Las mutaciones genéticas pueden afectar a este desarrollo. Una vez más tenemos que pensar en la analogía del televisor. Si nosotros cambiamos un transistor o un condensador del interior del aparato es posible que veamos distorsionadas las imágenes o el sonido. Pero esto no es prueba de que las imágenes y los sonidos estén programados por esos componentes. Tampoco es prueba de que la forma y el comportamiento estén programados por genes, si encontramos alteraciones en la forma y el comportamiento como resultado de una mutación genética.
Hay otro tipo de mutación que es particularmente interesante. Imagine una modificación del circuito de sintonización del aparato, de manera que se produce una alteración de la frecuencia de resonancia del circuito de sintonización. La sintonización del televisor depende de un fenómeno de resonancia: el sintonizador resuena a la misma frecuencia que la frecuencia de la señal transmitida por las diferentes cadenas de televisión. Por lo tanto hay que ajustar la sintonización mediante los diales, algo que se mide en hertzios, que es una medida de la frecuencia. Imagine una modificación en el sistema de sintonización de tal manera que parece que está sintonizando con un determinado canal pero realmente lo está haciendo con uno diferente. Podría investigar qué transistor, condensador o resistencia se ha modificado. Pero eso no le valdría para obtener la conclusión de que los nuevos programas que está viendo, a las diferentes personas, películas o anuncios, se deben a la programación que se encuentra en el componente que ha cambiado. Tampoco esto prueba que la forma y el comportamiento estén programados por el ADN porque las mutaciones genéticas generen un cambio en la forma o en el comportamiento. Se supone generalmente que si se produce una alteración como resultado de una mutación, entonces se debe a que está programada o controlada por un gen determinado. Espero que esta analogía del televisor deje claro que esa no es la única conclusión. Podría tratarse simplemente de algo que afecta al sistema de sintonización.
Una nueva teoría de la evolución
La actual investigación biológica está llevando a cabo a gran cantidad de estudios relacionados con las mutaciones de sintonización (llamadas formalmente mutaciones homeóticas). El animal más utilizado en estas investigaciones es la Drosophila, la mosca de la fruta. Se ha observado que algunas mutaciones producen diversas malformaciones. Un tipo de estas mutaciones, llamada antennapedia, transforma las antenas en patas. Las desafortunadas moscas, que sólo llevan un gen alterado, generan patas en lugar de antenas que crecen hacia afuera en sus cabezas. Hay otra mutación que provoca que el segundo o tercer par de patas se convierta en antenas. Normalmente, las moscas tienen un par de alas, y por detrás de las alas hay unos pequeños órganos para mantener el equilibrio que se denominan halterios. Pues bien, hay otra mutación que provoca la transformación del segmento que normalmente soporta los halterios en otro par de alas, de modo que estas moscas tienen cuatro alas en lugar de dos. Esto se denomina mutación bithorax.
Todas estas mutaciones dependen de genes individuales. Propongo que de alguna manera estas mutaciones de genes individuales modifican la sintonización del tejido embrionario, de tal manera que sintoniza con un campo mórfico diferente con el que normalmente lo hace, por lo que surgiría un conjunto diferente de estructuras, de mismo modo que si sintonizamos un canal diferente en el televisor.
A partir de estas analogías, uno puede darse cuenta de que tanto la genética como la resonancia mórfica están involucradas en la herencia. Por supuesto una nueva teoría de la herencia lleva a una nueva teoría de la evolución. Hoy en día la Teoría de la Evolución considera que prácticamente toda la herencia es genética. La Sociobiología y el Neodarwinismo en todas sus diversas formas, están sujetos a la selección de genes, la frecuencia genética, etc. La teoría de la resonancia mórfica nos lleva a una visión mucho más amplia, lo que nos permite tomar en serio una de las grandes herejías de la Biología: la herencia de los caracteres adquiridos. Los organismos aprenden nuevos comportamientos, o se desarrollan nuevas formas, que pueden ser heredados por generaciones posteriores, incluso si no son descendientes directos (por resonancia mórfica).
Un nuevo concepto de la memoria
Cuando consideramos la memoria, esta hipótesis nos arrastra a un enfoque muy diferente del tradicional. El concepto clave de la resonancia mórfica es la influencia de lo similar independientemente del espacio y el tiempo. La mayor o menor influencia depende del mayor o menor grado de similitud. La mayoría de los organismos tienen mayores similitudes con sus antepasados que con cualquier otro organismo. Soy más parecido a mi yo de hace cinco minutos que a cualquiera de ustedes ahora mismo. Todos nos parecemos más a nosotros mismos en el pasado que a cualquier otra persona. Lo mismo puede decirse de cualquier organismo. Esta auto-resonancia con los estados del pasado del mismo organismo en el ámbito de la forma ayuda a estabilizar los campos morfogenéticos, para estabilizar la forma del organismo a pesar de que los constituyentes químicos de las células se muevan y cambien. Los patrones habituales de comportamiento están también sintonía con el proceso de auto-resonancia. Si empiezo a andar en bicicleta, por ejemplo, el patrón de actividad de mi sistema nervioso y de mis músculos actuará en respuesta a mantener el equilibrio, y esto sintoniza inmediatamente con todas las ocasiones anteriores en las que he montado en bicicleta. No se trata de una memoria verbal o intelectual; se trata de la memoria corporal de andar en bicicleta.
Esto también explicaría la memoria de los acontecimientos: lo que hice ayer en Los Ángeles o el año pasado en Inglaterra. Cuando pienso en estas circunstancias particulares, estoy sintonizando con las ocasiones en las que se dieron tales circunstancias. Hay una conexión causal directa a través de un proceso de sintonía. Si esa hipótesis es correcta, no es necesario asumir que los recuerdos se almacenan en el interior del cerebro.
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