Mente, memoria y Arquetipo: Resonancia mórfica e Inconsciente Colectivo (III)

Por Rupert Sheldrake

(Perspectivas Psicológicas, 1997)

Rupert2_400x400 Rupert Sheldrake es un biólogo teórico cuyo libro Una Nueva Ciencia de la Vida: la hipótesis de la causación formativa (Tarcher, 1981) provocó numerosas controversias. Nature lo describió como “el mejor candidato para la quema en la hoguera”, mientras que la revista New Scientist lo calificó como “una importante investigación científica sobre la naturaleza de la diversidad biológica y la realidad física”. Debido a que su trabajo tiene implicaciones en los conceptos desarrollados por Jung, como son el Arquetipo y el Inconsciente colectivo, hemos invitado a que Sheldrake exponga sus puntos de vista en cuatro artículo que irán apareciendo de manera sucesiva en las revista Perspectivas Psicológicas. Estos artículos suponen una actualización de la conferencia que dio en mayo de 1986, “Resonancia mórfica e inconsciente colectivo”, en el Instituto de Relaciones Humanas de Santa Bárbara.

Parte 1, Parte 2

¿Qué son los campos mórficos?

La cuestión del desarrollo biológico, la morfogénesis, es un asunto que está bastante abierto y es tema de debate dentro de la propia Biología. Una alternativa al enfoque mecanicista y reduccionista ya se estableció en la década de 1920, es la idea de los campos morfogenéticos (que dan forma). Según este modelo, el crecimiento de los organismos se debe a unos campos que están dentro y alrededor de ellos, unos campos que contienen la forma del organismo. Esto está más cerca de la tradición aristotélica que cualquier otro enfoque tradicional. A medida que se desarrolla un roble, la bellota se asocia con el campo del roble, una estructura de organización invisible que organiza el desarrollo del roble, como si hubiese un molde del roble dentro del cual el organismo se desarrolla y crece.

Un hecho que llevó al desarrollo de esta teoría es la notable capacidad de los organismos para reparar los daños. Si se corta un árbol en pequeños trozos, cada pieza, adecuadamente tratada, puede convertirse en un nuevo árbol. Así que a partir de un pequeño fragmento se puede obtener el conjunto. Las máquinas no hacen eso: no tienen la capacidad de conservar el todo si se quita una de sus partes. Rompa un ordenador en trozos pequeños y todo lo que conseguirá será un ordenador roto: no se regeneran sus partes y aparece una gran cantidad de pequeños ordenadores. Pero si corta un gusano plano en pequeños trozos, de cada pieza tendrá un nuevo gusano plano. Otra analogía es el imán. Si rompe un imán en trozos pequeños, cada uno de esos trozos tendrá un campo magnético completo. Es una propiedad holística que tienen los campos que no tienen los sistemas mecánicos, a no ser que se asocien a campos. Otro ejemplo es el holograma: una parte del mismo contiene el conjunto. Un holograma se basa en patrones de interferencia dentro de un campo electromagnético. Por lo tanto, los campos tienen una propiedad holística que resultó ser muy atractiva para los biólogos que desarrollaron el concepto de campos morfogenéticos.

Cada especie tiene sus propios campos, y dentro de cada organismos habría campos dentro de otros campos. Tendríamos el campo que engloba todo el cuerpo, pero también los campos de los brazos y las piernas, y los campos de los riñones y el hígado, y dentro de ellos diferentes campos para los diferentes tejidos de estos órganos, y a continuación campos para las células, y los campos de las estructuras subcelulares, y campos para las moléculas, y así sucesivamente. Hay toda una serie de campos dentro de otros campos. La esencia de la hipótesis que propongo es que estos campos, que ya están bastante aceptados dentro de la Biología, es que tienen una especie de memoria incorporada, que deriva de las formas anteriores de la naturaleza. El campo del hígado está conformado por las formas anteriores del hígado y el campo del roble por las formas de organización de robles anteriores. A través de estos campos, por un proceso de resonancia mórfica, la influencia entre iguales, se produce una interconexión entre los campos similares. Esto significa que la estructura del campo tiene una memoria acumulativa, en base a lo que ha ocurrido a las especies del pasado. Esta idea se aplica no sólo a los organismos vivos, sino también a las moléculas de proteínas, cristales, incluso los átomos. En lo que se refiere a los cristales, por ejemplo, la teoría diría que la forma de un cristal depende de su campo mórfico característico. Campo mórfico es un término más amplio que incluye los campos de la forma y el comportamiento. De aquí en adelante utilizaré el término campo mórfico en lugar de morfogenético.

Esos químicos barbudos que emigran

Si se sintetiza un nuevo compuesto y luego se pretende que cristalice, no habrá un campo mórfico por ser la primera vez que se hace. Por lo tanto, puede resultar difícil su cristalización, y habría que esperar a la aparición de un campo mórfico. La segunda vez, sin embargo, incluso si se hace en otro lugar alejado del mundo, habrá ya una influencia de esa primera cristalización, y lo hará con menos dificultad que la primera vez. La tercera vez, habrá influencias de la primera y segunda vez, y así sucesivamente. Se producirá una influencia acumulativa de las cristalizaciones anteriores, por lo que debería ser más fácil la cristalización a medida que una sustancia se cristaliza más a menudo. Y precisamente esto es lo que ocurre. Los químicos que encuentran un nuevo compuesto sintético les resulta generalmente muy difícil la cristalización de dicha sustancia, pero a medida que pasa el tiempo, por lo general, resulta más fácil su cristalización en todo el mundo. La explicación convencional es que esto se produce porque los fragmentos de cristales anteriores son transportados hasta otros laboratorios en las barbas de los químicos que emigran. Cuando no se ha producido tal emigración de químicos barbudos, entonces se supone que los fragmentos han flotado en la atmósfera como pequeñas partículas de polvo.

Tal vez los químicos emigrantes sean portadores de fragmentos de cristales en sus barbas y quizás partículas en forma de polvo viajen alrededor de toda la atmósfera. Sin embargo, si se mide la velocidad de cristalización en condiciones rigurosamente controladas en recipientes sellados en diferentes partes del mundo, todavía se debería observar cada vez un ritmo más acelerado de cristalización. Este experimento todavía no se ha hecho. Sin embargo, un experimento relativo a los tipos de reacción química de nuevos productos de síntesis está siendo considerado por una importante empresa química de Gran Bretaña, porque de suceder así las cosas tendría importantes implicaciones para la Industria química.

La leyenda de los cristalógrafos barbudos

improbable.com

Inspirado en el estudio del ganador del Premio Nobel “Los peligros de los hombres barbudos en los laboratorios de microbiología”, el investigador Steve Dahms nos ofrece una leyenda sobre las barbas de los cristalógrafos. El autor nos cuenta:

 “Tanto como químico orgánico como cristalógrafo, Gerhard era un gran admirador de los

Adolf von Baeyer
Adolf von Baeyer

cristales y de la cristalización. Quizás fue él el primero del que escuché la historia de los primeros héroes barbudos de la química orgánica. De estudiante tuvo dificultades en la cristalización de un compuesto, así que pensó que una buena sacudida de lass barbas encima de la sustancia podía resolver el problema. Así se produciría la cristalización de la sustancia. Gerhard creía que las barbas de un Adolf von Baeyer o de un Wallach Otto podían ser fuente de diferentes tipos de cristales. Pero, por desgracia, la era de las barbas patriarcales había terminado. Expresó la idea de que cada uno podía tener su propio salero con diferentes formas microcristalinas hechas de un material inerte. Una simple sacudida convertiría a un estudiante imberbe en el equivalente de un Baeyer”.

Una nueva ciencia de la vida

Son muchos los experimentos que se pueden realizar en el ámbito de la diversidad de formas biológicas y el desarrollo de la forma. Del mismo modo, los mismos principios se aplican al comportamiento, las formas de comportamiento y patrones de comportamiento. Tenga en cuenta la hipótesis de que si se entrena a ratas para que aprendan una determinada habilidad, a continuación las ratas de todo el mundo aprenderán dicha habilidad más rápidamente, sólo porque las ratas de un laboratorio han sido capaces de realizarlo. Este nuevo patrón de aprendizaje formará, por así decirlo, parte de la memoria colectiva de los campos mórficos de las ratas, con el que las otras ratas pueden sintonizar, sólo porque son ratas y sólo porque están en circunstancias similares, mediante la resonancia mórfica. Esto quizás parezca improbable, pero este tipo de cosas pasan, o no serían capaces de hacerlo

Entre la gran cantidad de documentos almacenados en los archivos sobre experimentos con ratas, hay una serie de ellos en los que los investigadores han podido observar un creciente ritmo de aprendizaje, que aumenta con el tiempo y que no saben explicar. En mi libro Una nueva ciencia de la vida se describe uno de tales experimentos que se ha desarrollado durante un período de 50 años. Se inició en la Universidad de Harvard y luego se llevó a cabo en Escocia y en Australia. El experimento demostró que las ratas aumentaron su ritmo de aprendizaje unas 10 veces. No se trataba por tanto de un efecto marginal sin significación estadística. Esta mejora en la tasa en diferentes situaciones de aprendizaje se produjo de la misma manera en otros lugares y en diferentes razas de ratas, no sólo en las ratas descendientes de padres que ya habían sido entrenados.

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Hay otros ejemplos de la propagación espontánea de nuevos hábitos en pájaros y otros animales, que proporcionan la evidencia circunstancial para una teoría de la resonancia mórfica. El mejor documento de los encontrados es el comportamiento del herrerillo común, un pequeño pájaro de cabeza azul, muy común en Gran Bretaña. Cuando todavía se dejaba cada mañana la leche fresca en las puertas de las casas de gran Bretaña, hasta 1950, el tapón de las botellas de leche era de cartón. En 1921, en Southampton, se observó un extraño fenómeno. Cuando la gente salió por la mañana a recoger sus botellas de leche, encontró pequeños trozos de cartón alrededor de la parte inferior de la botella, y la nata de la leche de la parte superior del recipiente había desaparecido. Una observación detallada reveló que lo habían hecho los herrerillos, que se ponían en la parte superior de la botella, quitaban el cartón con sus picos y luego se bebían la nata. Se observaron varios casos en los que los herrerillos se habían ahogado al no poder sacar sus cabezas de la leche.

Este incidente produjo un considerable interés, fenómeno que también se pudo observar en otras partes de Gran Bretaña, a unos 80 kilómetros de distancia, y luego en otro situado a unos 160 kilómetros. Cada vez que se observó que el fenómeno de los herrerillos en un lugar, se extendía luego a otro, y se dijo que presumiblemente fuese por imitación. Sin embargo, los herrerillos son pájaros muy caseros y normalmente no se desplazan más allá de 7 u 8 kilómetros. Por lo tanto, la difusión de este comportamiento a largas distancias sólo podía explicarse en términos de un descubrimiento independiente del hábito. Este comportamiento del herrerillo fue observado en toda Gran Bretaña hasta 1947, momento en el que se hizo más o menos universal. Las personas que hicieron el estudio llegaron a la conclusión de que tenía que haber sido “inventado” de forma independiente al menos unas 50 veces. Por otro lado, la tasa de propagación de ese hábito se aceleró a medida que pasaba el tiempo. En otras partes de Europa, donde también se dejaba la leche en la puerta, como Escandinavia y Holanda, el hábito surgió en la década de 1930 y se extendió de una manera similar. Se trata de un patrón de comportamiento que se extendió de una manera que parecía acelerarse con el tiempo y que podría proporcionar un ejemplo de la resonancia mórfica.

A medida que crecía pude observar que una o varias botellas de lecha habían sido abiertas por estos pequeños tipos. Ahora es algo que ya no puedo ver, pues cada vez menos gente recibe la leche a la puerta de su casa. Así que ha sido para mí un gran placer recrear digitalmente cómo el herrerillo mete su cabeza en la botella de leche para beberla”.

http://www.sandry.co.uk

Pero hay evidencias aún más contundentes de la resonancia mórfica. Debido a la ocupación alemana de Holanda, la entrega de leche se detuvo durante los años 1939-1940, y no se reanudó hasta 1948. Los herrerillos sólo viven unos dos otros años, probablemente hubiese herrerillos vivos en 1948 que ya viviesen cuando la leche se entregaba en la puerta en el pasado. Cuando se reanudó la entrega en 1948, rápidamente los herrerillos comenzaron a abrir de nuevo las botellas de leche en lugares muy distantes unos de otros de Holanda y se extendió rápidamente, hasta que uno o dos años después se hizo algo universal. El comportamiento se extendió mucho más rápidamente y de forma independiente surgió con mucha más frecuencia la segunda vez que la primera. Este ejemplo demuestra que la propagación de un nuevo hábito probablemente no sea por vía genética, sino que más bien dependería de una especie de memoria colectiva debido a la resonancia mórfica.

Estoy sugiriendo que la herencia no sólo depende del ADN, que permite a los organismos la construcción de estructuras de proteínas, sino que también dependería de la resonancia mórfica. Por lo tanto, la herencia tiene dos aspectos: uno sería la herencia genética, lo que explica la herencia de las proteínas a través del control por parte del ADN de la síntesis de las proteínas; el segundo una forma de la herencia basada en los campos mórficos y la resonancia mórfica, que no es algo genético y que se hereda directamente de los anteriores miembros de la especie. Esta última forma de herencia ofrecería la organización de la forma y el comportamiento.

Parte 4

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