Este genocidio dura ya tanto tiempo que los niños amputados que viven por toda Gaza están aprendiendo estrategias para sobrellevar la vida sin sus extremidades.
Por Caitlin Johnstone, 16 de diciembre de 2024
Es curioso las cosas que te llegan al presenciar la pesadilla de Gaza, de entre todos los horrores que verás allí día a día. Hoy he visto un vídeo de un niño palestino de seis años al que le habían amputado las piernas arrastrándose por su campamento de tiendas con la ayuda de un patín que llevaba en una de las manos, y casi me destroza.
Era uno de esos patines en línea que aparecieron en los noventa. Rollerblades, los llamábamos. Los niños occidentales jugaban con ellos en veranos llenos de alegría y risas y rodillas despellejadas y manchas de hierba. Ahora un niño llamado Mohammad Saeed usa uno para ayudarse a deslizarse por la tierra, porque sus piernas fueron voladas por explosivos militares occidentales, lanzados por israelíes que probablemente jugaban con patines en línea cuando eran pequeños.
Este genocidio dura ya tanto tiempo que los niños amputados que viven por toda Gaza están aprendiendo estrategias para sobrellevar la vida sin sus extremidades.
Recientemente se ha realizado un estudio según el cual prácticamente todos los niños de Gaza sienten que su muerte es inminente, y la mitad de los encuestados afirman que desean morir.
Pero sus vidas continúan. Incluso sin miembros, a menudo amputados sin morfina ni anestesia, sus vidas continúan. Siguen adelante arrastrándose por campamentos de tiendas de campaña llenos de barro. Encuentran la manera de sobrevivir cada día.
Es el tipo de cosa que podría inspirarte si fuera algo de lo que fueras testigo pasivo en lugar de algo que la estructura de poder occidental bajo la que vives está infligiendo activamente a la gente. Para quienes vivimos a la sombra del imperio centralizado de Estados Unidos es algo más complicado emocionalmente que una historia inspiradora sobre el espíritu indomable del pueblo palestino, porque también es una historia sobre cómo fracasamos a la hora de impedir que esto sucediera.
Cuando vemos a Mohammad Saeed arrastrándose por la tierra sobre los muñones de sus piernas con la ayuda de un patín, estamos viendo reflejada nuestra propia civilización. Una distopía genocida de completa bancarrota moral. En esto nos hemos convertido. Esto es en lo que hemos permitido que nos conviertan nuestros gobernantes.
Oh Mohammad, lo siento mucho. Siento mucho que hayamos permitido llegar a esto. Siento que te quitaran tus piernas, y siento todo lo demás que te han quitado además de ellas. Tus padres tal vez. Tus hermanos tal vez. Seguramente algunos seres queridos. Obviamente tu hogar, y obviamente tu infancia.
No tengo nada que ofrecer en este momento, ni a mis lectores ni a Mohammad Saeed, aparte de mi propio dolor. Algunos días lo único que puedes hacer es derramar tu corazón por el suelo y advertir a los transeúntes que intenten no resbalar con él, con las lágrimas cayendo sobre el enorme agujero que tienes en el pecho.
Nada de esto está bien, y no tengo ganas de fingir que está bien. No me apetece intentar darle un giro positivo ni decir que todo va a mejorar. Algunas cosas son simplemente terribles, y está bien sentirse mal por ellas. Los sentimientos son para sentirlos. Es triste y es indignante y es vergonzoso y es condenatorio, y absolutamente nada más.
Vivimos en un mundo de una belleza tan impresionante y al mismo tiempo de un salvajismo estremecedor. Explosiones de amor que se esconden detrás de cada molécula en una sociedad gobernada por verdaderos monstruos.
Somos lo bastante grandes para albergar estas paradojas. Somos lo bastante grandes para sentir la majestuosidad de la creación y el golpe visceral del genocidio. El amor húmedo, jugoso y descuidado por nuestros semejantes y el horror ante lo crueles que podemos ser unos con otros. El regocijo de la vida en este extraño planeta azul y el dolor aplastante de un fracaso tras otro por mejorar un poco las cosas.
Tanto lo bueno como lo malo pueden florecer en este mundo. Está claro. No tengo respuestas ni curas milagrosas para esto. Hacemos lo que podemos para ser personas decentes y salir adelante cada día. Recogemos nuestro patín y seguimos arrastrándonos.
——————–