Bahrein: opresión, asesinato y el mito de las reformas

por Jawad Ali / 19 de febrero 2011

En las primeras horas de la mañana del jueves se produjo un brutal y despiadado asalto por las fuerzas de seguridad del régimen de Bahrein contra ciudadanos pacíficos. Habían salido a las calles para protestar contra la política discriminatoria de la monarquía de Al-Khalifa, sus peticiones no solamente no fueron escuchas en absoluto, sino que el régimen optó por una política de tierra quemada. No hay cabida para una Plaza Tahrir en Bahrein, sea cual sea el costo. Los asesinatos cometidos por el Estado sancionan una política de intimidación y terror como principal armas de un régimen inflexible que trata de intimidar y aplastar toda forma de protesta.

Esta conducta del régimen en las últimas horas no resulta extraña. De hecho, el régimen gobernante de Al-Khalifa basa su dominio en la mayor de las privaciones y opresiones contra la mayoría chiíta del país. Desde su creación, el país más pequeño del Golfo ha sido testigo de protestas en favor de reformas, produciéndose un aumento de la represión y el mantenimiento de un estricto régimen autoritario. Poco después de su independencia formal, el emir Isa Bin Salman Al-Khalifa disolvió la Asamblea Nacional y puso en vigor la Ley de Medidas de Seguridad del Estado en 1975, que le conceden poderes para detener y encarcelar sin juicio a toda persona sospechosa de manifestar crítica contra el régimen, hecho este que se considera que viola la seguridad interior y exterior del país. El primer Emir del Reino promulgó estas medidas ante el aumento del activismo político y la movilización organizada, que vio beneficiada a través de la Asamblea Nacional.

A mediados de los años 1990, estallaron protestas masivas una vez más, exigiéndose el restablecimiento de la Constitución de 1973, condenando la discriminación crónica del régimen contra la población chií del país. Como ya hizo en 1975, el Emir silenció brutalmente las protestas deteniendo a miles de personas y exiliando a los líderes de la oposición. Cabe destacar que durante este período varios líderes de la oposición, incluido el muy popular Sheikh Abd Al-Amir Al-Jamri, comenzaron una huelga de hambre para poner de relieve sus peticiones de reforma política. El régimen inició una campaña de desprestigio de la oposición diciendo que estaba “apoyada desde el extranjero”, alegando que los disidentes estaban siendo entrenados por la Guardia Revolucionaria Iraní y el movimiento de resistencia libanés Hezbollah.

La mayoría es el enemigo

El Dr. Salah Al-Bandar ha expuesto el profundo sectarismo del régimen, la inclinación anti-chií de la monarquía de Al-Khalifa, en un informe ampliamente distribuido y publicado en 2006. El informe Bandargate, nombre con el que llegó a ser conocido clandestinamente, pone de relieve una conspiración orquestada por el Gobierno para privar a la mayoría chií del país de puestos en el Gobierno. Se produjeron así décadas de marginación política y socioeconómica, con los que las condiciones ya de por sí lamentables de los chiíes de Bahrein supuso una losa encima.

Sangre en las calles de Barhein

En el informe, se hace mención de las campañas anti-chiítas en los medios de comunicación, que están controlados predominantemente por la Monarquía, que no se desvía de la política de discriminación sectaria del Gobierno. Con esta perspectiva, el informe de 2009 sobre los Derechos Humanos en Barhein reveló asombrosas estadísticas que muestran una discriminación sistemática contra los ciudadanos chiíes en varias instituciones gubernamentales.

Aún más alarmante, el régimen de Al-Khalifa ha continuado con su estrategia de marginar a los chiíes en los aparatos militar y de Seguridad Nacional. El informe de 2005, International Crisis Group, destaca las endémicas prácticas discriminatorias del Gobierno en este sentido y menciona que las fuerzas de seguridad, responsables de la represión de las protestas de 1995, fueron reclutadas principalmente en la “zona de Balochi de Pakistán, entre oficiales de Jordania y otros países árabes”. The Bahrain Center for Human Rights señala que esta política crea la sensación de que “mercenarios extranjeros” envueltos en la bandera roja y blanca ejercen las funciones de seguridad de la Monarquía.

Como clara manifestación de la absoluta falta de confianza mutua entre el Estado y la población mayoritaria chií, el mantenimiento de una política de naturaleza sectaria pretende alterar el equilibrio demográfico del país y de su expulsión de las principales Instituciones Gubernamentales, tales como el Ministerio de Defensa y de Seguridad Nacional, lo que sigue ahondando en el carácter discriminatorio de la Monarquía de Al-Khalifa. Más allá de las cortinas de humo que se lanzan con algunas reformas, y una pretendida liberalización, la Monarquía se ha embarcado en una guerra silenciosa contra la mayoría de la población, implementando políticas injustas.

Los más recientes actos de violencia injustificada por parte de la Monarquía de Al-Khalifa se deben a las falsas promesas de cambio y reformas tantas veces repetidas por el Gobierno y sus aliados occidentales. Bajo una apariencia de reformas políticas y de prosperidad económica, se esconde una realidad de explotación y expolio de las riquezas por parte de una pequeña elite. La principal diferencia en el caso de Barhein es la existencia de una lógica de sectarismo que segrega en cuanto al acceso de las oportunidades políticas, económicas y sociales. En las declaraciones de la Secretaria de Estado de Estados Unidos, elogió a Bahrein como modelo de reformas y cambios económicos y sociales, el pasado diciembre, mientras que la pobreza y la exasperación ya se había deslizado por aquel entonces entre las paredes del centro financiero de Manama.

El factor Imperial

El reino de Barhein es visto como un Estado con una posición estratégica fundamental en las perspectivas de la política exterior de los Estados Unidos. Lo más visible es el estacionamiento de la V Flota en Barhein, sede de una Unidad del Cuerpo de Marines, con vehículos anfibios y una base de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, con aviones de combate y aviones espía. Barhein está situado estratégicamente en la desembocadura del estrecho de Ormuz, siendo una parte muy importante del proyecto hegemónico de Estados Unidos en su política en Oriente Medio. En efecto, además de petróleo, es un baluarte contra Irán, siendo el reino que ha actuado históricamente como centro de apoyo logístico y una amplia base para operaciones militares, que van desde la Primera Guerra del Golfo, hasta el reciente saqueo de Irak. De acuerdo con esta visión estratégica, los Estados Unidos designaron a Barhein como principal aliado no OTAN (MNNA) en octubre de 2001.

Un incentivo adicional para los Estados Unidos para mantener su “status quo” en Barhein es que resulta clave en mantener la estabilidad de su principal aliado regional, Arabia Saudita. Rica en petróleo en la Provincia Oriental de Arabia Saudita, con una población mayoritariamente chiíta,que al igual que su contraparte de Barhein, son sistemáticamente reprimidas por el régimen Saudí. Washington teme que cualquier insurrección en Barhein extienda la inestabilidad a Arabia Saudita, debido a las similares realidades políticas y socioeconómicas en esta Provincia Oriental. Esta es la principal razón por la que Estados Unidos y Arabia Saudita han buscado de modo activo sofocar el movimiento Houthi en el norte de Yemen, así como los levantamientos en Barhein, como el de mediados de los años 1990, durante el cual el personal de seguridad del régimen saudí fue enviado a Manama para sofocar a la oposición política.

El efecto de contagio de las revoluciones de Túnez y Egipto ha inspirado el sentimiento de confianza y el optimismo de los sometidos durante años a privaciones y sufrimientos. Un pueblo estrangulado durante décadas, marginado políticamente y socioeconómicamente, ha salido a la calle, todos a una voz, en todo el mundo árabe. Los levantamientos populares no violentos han arraigado en varias partes de Oriente Medio, mientras que Estados Unidos y sus aliados no han respondido a estas pretensiones, por contra han contribuido a la violencia en su forma más cruel y al asesinato a sangre fría.

Los recientes levantamientos en Túnez y Egipto y actualmente en Barhein, hablan de la conciencia colectiva de la Humanidad, y más concretamente a los ciudadanos cuyos Gobiernos son responsables de una dictadura brutal y opresiva. Gran Bretaña y Estados Unidos se encuentran entre los mayores exportadores de material militar a Barhein, estando directamente implicados en la muerte de civiles inocentes en la calles de Manama. Los lazos militares entre Estados Unidos y el régimen de Al-Khalifa, con un exceso de material de defensa, incluyendo 60 tanques M60A3 y una fragata FFG-7, material para ser entregado a una dictadura asesina que se emplea para aplastar a la disidencia política interna, lo que revela lo que dicen las palabras de color de rosa de las sucesivas Administraciones de Estados Unidos y su infernales acciones.

El pueblo de Barhein, sin embargo, no está esperando a que Obama reconozca finalmente la legitimidad de sus demandas. Se han derribado los muros del miedo, que les ha mantenido atenazados durante décadas, en unas condiciones socioeconómicas extremas, casi infrahumanas, prácticamente sin derechos políticos y civiles. Con los puños apretados y el corazón alegre, han salido a las calles de Narhein, al igual que han hecho en Túnez y Egipto, cantando un lema que ha resonado hoy en todas las calles de Manama: “Exigimos la caída del régimen”.

Ali Jawad es activista político y miembro de la Misión Islámica AhlulBayt (AIM). Se puede contactar con él en: jawad.ali313@googlemail.com. Lea otros artículos de Ali (,http://dissidentvoice.org/author/AliJawad/) o visite su sitio web (http://www.aimislam.com/).