No puedo respirar

Martes 30 de mayo, 14.00 h. En la Academia de Bellas Artes de Bolonia, Aula Arcangeli. Le invitamos a asistir al encuentro DESERTAMOS DE LA GUERRA GLOBAL

Por FRANCO BERARDI, 28 DE ABRIL DE 2024

«No puedo respirar»

Estas son las palabras que mejor describen el momento en que vivimos. Eric Garner, George Floyd, Frank Tyson dijeron estas palabras mientras un policía les estrangulaba. Pero todos estamos entrando en el mismo ciclo de asfixia.

No puedo respirar es la frase que mejor define esta época, y el horizonte en el que crece la generación que conscientemente se autodenomina la última.

El infierno climático es imparable, irreversible. Por otra parte, el dinero que se necesitaba para la transición ecológica, que ya era una farsa, se ha desviado a la guerra.

¿Moriremos, pues, de asfixia climática? ¿Moriremos de asfixia bélica? Lo más probable es que muramos de depresión, tristeza y asfixia de la sensibilidad, porque el horror se multiplica a diario en el Mediascape.

De esta fealdad omnipresente nos asfixiamos.

Desertar significa ante todo crear lugares en los que sea posible escapar del horror. Pero, ¿dónde están esos lugares?

Los estudiantes estadounidenses han encontrado el valor de protestar, de ocupar universidades, de resistir a las agresiones policiales. Los de Europa parecen paralizados por la depresión y el aturdimiento. Sin embargo, la perspectiva de la guerra está tan cerca que harían bien en preocuparse. Su futuro está jodido: la guerra les quita los recursos económicos destinados a la falsa transición ecológica. Las bombas rusas y ucranianas, y los millones de toneladas de escombros y bombas que ensucian Gaza son la sentencia de muerte para las esperanzas de un futuro respirable.

¿A qué esperan los estudiantes europeos para ocupar universidades y escuelas? ¿A qué esperan para organizar la deserción en lugares colectivos?

La humanidad no se salvaría (ya nadie tiene la posibilidad de salvar a la humanidad, lo sabemos). Pero se viviría juntos, con dignidad y solidaridad el infierno que se avecina. Incluso en el infierno se puede ser feliz, si no se está tan solo, si no se odia, si no se pelea como perros.

Cómo vivir feliz en el infierno: éste es el tema de una poética a la altura de nuestro tiempo.

De Columbia a UCLA, de Berkeley a Yale, los estudiantes estadounidenses se han dado cuenta de que la vida de esta generación está arruinada antes incluso de haber empezado, y que sólo hay una forma de escapar a la lenta asfixia, a la esclavitud laboral, a la participación en una guerra demente y asesina: permanecer unidos, discutir sobre su condición, organizar la resistencia, ocupar lugares de sociabilidad. Convertir las ciudades en lugares de alegría colectiva contra el racismo y contra el horror de la guerra.

Es la única manera de no hundirse en la depresión, convirtiéndola en deserción.

—————